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Ganancias con Giradas de Símbolos Colosales

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El gobierno estimuló por medios enérgicos el perfeccionamiento de esa industria, y creó otras Ganwncias faltaban los medios para GGanancias. Algunas le- yendas de estos pueblos nos prestan valioso contingente en nuestras in- vestigaciones; Gananicas antes de seguir Torneos para ganar dinero real, abrimos Colosalez paréntesis para Collosales ligeramente la topogr«ifla del suelo oaxaqueflo. En Casino Gran Vía, la emoción del deporte se fusiona con la diversión del juego. Queremos que vivas una experiencia única y disfrutes del mejor casino de Madrid, ahora online. He tenido oportunidad de instalar un malacate, con motor de ga- solina, en la mina de ''Cata," en Guanajuato, y he visto algunos otros funcionando con éxito en varias minas. Es tan sencillo como realizar un depósito y dirigirte a la slot del día. Cada símbolo multiplicador contribuye al multiplicador total, aplicándose a cada ganancia.

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y el del E. fueron las salidas á la falda de la pequeña eminencia, y los otros dos se dirigen al maravillo- so laberinto que aun permanece oculto á los ojos del viajero. Seguímos por el subterráneo del O. alumbrados por unas cuantas teas, hasta 50 metros á contar desde la entrada, donde detuvimos nuestra marcha, por los derrumbos que obstruyeron el paso, debidos á la devastación de otro montículo, donde los indios también sacaron piedra labrada, y se notan todavía en este lugar otros cuatro caminos perfectamente orientados.

La anchura de estas callejuelas es solamente de 50 centímetros y la altura de un metro 70 centímetros, de manera que un individuo pue- de marchar perfectamente por los pasadizos. Las piedras de la cons- trucción están á escuadra y con tanta regularidad y artificio que parece imposible creer que no haya existido en este pueblo mixteco una ci- vilización en toda la plenitud de su grandeza, como existieron en otros tiempos las civilizaciones riquísimas de Oriente.

Conforme las autoridades de estos rumbos tengan conciencia del te- rreno que pisan, podrán descubrir las maravillas que encierran las co- linas.

Aquí, por ejemplo, sería muy fácil descubrir todas las entradas del laberinto. En nuestro sentir esta fortificación tenía por objeto resguardar un considerable número de guerreros para sorprender al enemigo. Supo- niendo que un pueblo viniese de Occidente, antes de tomar la plaza tenía forzosamente que apoderarse de la altura donde están las fortifi- caciones.

Bien pudiera suceder que al avistar sus avanzadas durante la noche, el ejército escondido saliera por innumerables puertas, entre Digitized by Google cronología mixtiga. Hay que advertir que las condiciones acústicas del subterráneo, se prestan para ahogar cualquier ruido por fuerte que sea.

En un tramo de treinta metros desde el fondo hacia la puerta, mirando que á nues- tros gritos no soltaba un compaflero el extremo de la einta, tuvimos necesidad de avanzar como diez metros en su dirección para hacemos oir.

Entonces soltó la cinta y su respuesta fué casi imperceptible. A po- co más de la mitad del camino recorrido, observamos unos conductos como de 2 decfmetros de largo por uno de ancho, y que se prolonga- ban en el interior de las paredes. Probablemente servían para transmi- tir las órdenes de mando y tener á todo el ejército escondido, listo para el momento del asalto.

Grande es la analogía que existe entre esta construcción con la del Monte Álbán; no cabe duda que fué hecha por la misma raza. La bóveda triangular persiste y se identifica con las fortificaciones zapotecas y mayas. En Ejutla se encuentran restos de las mismas.

El de Mictlán es de la misma naturaleza, y todos juntos comparados con Cinchen -Itzá, se dan un aire de familia.

Algunas le- yendas de estos pueblos nos prestan valioso contingente en nuestras in- vestigaciones; pero antes de seguir adelante, abrimos un paréntesis para estudiar ligeramente la topogr«ifla del suelo oaxaqueflo. Ríos DEL Estado de Oaxaga. En el espacio de ciento veinticinco leguas, desde la desembocadura del Rio Verde hasta la Laguna Superior en el Distrito de Juchitán, la costa del Pacifico es en extremo feraz.

Aquf se encuentran bosques del árbol que produce la exquisita fruta llamada ckieo-- zapote Achras Sapota-Mill , y más allá aparecen los bosques cubiertos de corozo, Pa- lo de Campeche y Brasil. El Rio Verde es uno de los más importantes del Estado por la can- tidad de agua que va á arrojar en el mar.

Siguiendo rio arriba, desde su desembocadura basta 30 leguas próxi- mamente, el rio se divide en dos brazos. Uno que sigue al Norte en- tre las montafias de las mixtecas, en un espacio de 40 leguas, donde TueWe á dividirse por los brazos del Pefloles y Nochixtlén que son sus afluentes.

Asi prosigue el último brazo por 10 leguas hasta encontrar la antiquísima población de Áchivtia, El otro brazo principal del Rio Verde se flexiona al E. en un es- pacio de 30 leguas, y luego al N. con el nombre de Atoyac, hasta en- contrar su origen cerca del fértil Valle de Oaxaca, dejando á 4 leguas al Sur de la capital del Estado, la histórica población de Zaachila.

Sucesivamente vienen el Rio Copalitay el rio de Tehuantepec. Es- te último tiene su origen en el Distrito de Tlacolula, y á sus inmediacio- nes se encuentran los Palacios de Mictlan.

Por último, la Laguna Supe- rior con su plétora de leyendas. del Estado el Rio más caudaloso es el Quiotepec, que después de recoger las aguas de las vertientes de la sierra de Ixtlán, por momentos aumenta su caudal y corre atrave- sando la antigua nación cuicateca, recogiendo á su paso, para el Esta- do de Veracruz, las aguas del Choápam y multitud de arroyos para en- trar arrogante en el Seno Mexicano.

Siempre que se nos habla del origen del hombre, lo primero que se nos describe son las viviendas primitivas, y aparecen en las obras de este género los anzuelos de hueso, las redes, las hachas de piedra, los cuchillos de silex, etc.

Y siguiendo las leyes de la evo- lución social, lo mismo ha sucedido en Europa que en América. Lo mismo aconteció en Suiza que en Tenochtitlán.

Por todas partes las ha- bitaciones primitivas se encuentran á las márgenes de los ríos y á las orillas ó islas de los lagos. Acabamos de ver ó presumimos encontrar las huellas del hombre primitivo en un reciente viaje á las mixtecas.

Están casi á la falda de lomas que ocuparon los antiguos nochistecos. El terreno es de consti- tución calcárea. Dos cuevas tienen una entrada espaciosa, y en el fondo Digitized by Google cronología mixtbga. EsisLS moradas son sin duda de los genuinamente americanos, que sucumbieron y quedaron fraccionados cuando las razas del Oriente, más civilizadas que las autóctonas, descargaron con furor el potente derecho del más fuerte.

Tenemos la convicción que de esta lucha tomaron origen las leyen- das de los gigantes, que recogieron los primeros frailes españoles. Los restos del antiguo Nochistián, son relativamente modernos.

Los caracteriza la piedra labrada que usaron para la construcción de las enormes murallas que defendían el pueblo.

Los restos de estas murallas rodean la cumbre de las lomas en una longitud de más de un kilómetro. Además, se encuentran objetos de pirita de hierro y objetos de co- bre, de manera que la civilización de los mixtecas pertenece á la épo- ca de la civilización maya -quiche.

Volviendo al punto de partida, ¿por qué los principales pueblos in- digenas del Estado de Oaxaca pudieron venir de las costas del Pacifi- co, siguiendo el curso de los rfos, dado el caso que muy bien pudieron haber pasado del Oriente por medio de las corrientes marinas?

Estas reflexiones están muy justificadas: 1? Porque á las márgenes de los ríos se encuentran frecuentemen- te restos de fortificaciones y ciudades antiguas. Porque á medida que se acerca uno al mar, las ruinas son más escasas, y las pocas que se encuentran atestiguan mayor número de centenares de afios.

de la laguna de Chacahua, se encuentran las ruinas casi im- perceptibles, donde fijan la antigua Manianüepee, En el brazo N. del Rio Verde abundan las fortificaciones cerca de Teozacoalco, y después de algunas leguas existe la capital primitiva de los mixtecas, San Mi- guel Áchiutla, quedando al E.

blo de ZenzontepeC existen unas ruinas no descritas hasta el presen- te. No hay para qué hablar de su importancia. Baste'decir que existen templos en perfecto estado. Monolitos representando divinidades que desafían y esperan impasibles la inclemencia de los tiempos, y fortifi- caciones que, á no dudarlo, son de la misma constitución que las de las mixtecas en San Juan Tucuita.

VI Los MIXTECAS. Entre los pueblos antiguos de la América, los mixtecas se pierden en la noche de los tiempos. Apenas conservan vagos recuerdos de su pro- cedencia de la raza del Sur. Posteriormente, guiados por los prejuicios del culto de los muertos, se hicieron descender de los árboles y de las rocas.

Decían que el pri- mer ascendiente de la raza fué Mixtécatl, hijo del viejo Ixtacmiscohuatl; pero hay que advertir que esta leyenda es de los autóctonos americanos que adulteraron la teogonia de los inmigrantes.

Y lo mismo se obser- va en los demás pueblos que al mismo tiempo que nacen de los árbo- les, de las rocas y de los tigres, luchan hasta vencer á los poderosos gi- gantes que pueblan el territorio. Estos gigantes no fueron otra cosa que los autóctonos americanos, que fraccionados por las razas más perfec- tas que invadieron por diversos puntos, sucumbían por falta'de unidad y fuerza social.

Así es que estas leyendas marcan una era en la historia de los pue- blos americanos. Después de mucho tiempo, cuando la raza mixteca se había multiplicado en gran manera, se dividieron en dos grandes frac- ciones que al fín reconocieron por capitales á las poblaciones de Tutu- tepec y Achiutla.

Como era natural, la guerra fué la resultante de esta división, y la victoria siempre estuvo de parte de los tututepecanos. Los que recogieron las primeras leyendas mixtecas, jamás han di- sentido sobre la originalidad de las mismas, y también, arrastrados por el Yuelo de la fantasía, descuidaron las más importantes.

Contaban los mixtecas que sus primeros señorea habían sido desgajados por los que salían del río Yuta-inohó; pero agregaban que los primeros habitan- tes eran los taynuhú y los ñafUikú que habían salido del centro de la tierra, añuhú y no de aquel río.

Es decir, en Achiutla hubo una raza que salió del río, y los taynvJíú y ñañtihú representan á la raza autóc- tona vencida y mezclada con los primeros habitantes extranjeros. Esto es lo que sucedió, sin duda, con todos los demás pueblos de la raza del Sur: por eso es que sus lenguas son tan semejantes y á la vez divergen en gran parte por la mezcla de los elementos extraflos; pero las costumbres y las creencias religiosas, que apenas llegan á adulterar- se muy poco con el transcorso de los siglos, son idénticas.

Por esta razón en lengua nahoaü se llama Tilantongo, lugar de la tierrilla negra. El valeroso caudillo cayo nombre se ignora, que tomó posesión del contrafuerte de la Sie- rra Madre del Sur, que visto desde el valle de Nochixtlán parece que sus cumbres se pierden en las nubes, se cuenta que mirando el cau- dillo que ningán mortal le disputaba el terreno, y como creyera que el sol con sus ardientes rayos era el único poderoso que le impedia apo- derarse de aquel sitio, quiso luchar con él y se aprestó al combate.

Des- pués de haber lanzado sus dardos al Poniente y hechas las maniobras correspondientes de la guerra, el sol descendía pálido tras de las cum- bres de las montaflas, dejando abandonado el lugar que sirvió de asien- to á la capital de los mixtecas.

Esta leyenda fué el origen de que desde entonces los mixtecas gra- baran en su escudo un capitán armado con su elegante penacho de vis- tosas plumas, su broquel, su arco y un manojo de dardos en la mano, y el sol perdiéndose en las nubes.

Lo que podemos sacar en claro de la famosa leyenda, es que la ra- za extranjera» al tomar posesión de los diversos sitios por donde pere- grinaba, era atacada por los habitantes legítimos de la tierra; y cuando salieron por el río Yuta-tnuhú tuvieron que luchar con estos habi- tantes primitivos, sintetizados perfectamente en el sol que se oculta avergonzado detrás de las cumbres de las montaflas.

Ahora, siguiendo la corriente del rio Tuta-tnuhú, ¿á dónde va uno á parar, si no á las vetustas ruinas que se encuentran esparcidas á dis- tancias regulares de las márgenes del Río Verde, como testigos elocuen- tísimos del paso de una raza, de la cual se origina la raza mixteca pro- cedente de las costas del Pacifico?

Los mixtecas son un pueblo original por más de un concepto. Está constituido por una raza mestiza, en cuya configuración puede obser- varse el cruzamiento de una raza blanca con alguna raza aborigen. El color dominante entre ellos es el blancO con un lígerísimo tinte amarillo, cabello de corte transversal, redondo, lacio, barba y bigote no escasos.

De miembros robustos, pómulos salientes, mirada de águila y altivos. En las artes estaban más adelantados que los pueblos de pro- cedencia nahoa, como lo prueban los trabajos de alfarería, vasos sagra- dos policromos, jarras, etc. Procedentes de la Mixteca, conservamos en nuestra colección de an- tigüedades dos cabecitas de barro de raza blanca, y consignamos inciden- talmente el hecho para investigaciones posteriores sobre la autenticidad de ellas.

Lo que nos llama la atención es que una tenga un turbante y que la otra que representa un anciano, con incisiones á los lados de la nariz y una especie de argolla en el labio superior. La religión de los mixtecas estaba muy perfeccionada. Jamás, se cuen- ta, en el altar mixteco se vio correr la sangre humana.

Los únicos sa- Digitized by Google ORONOLOaiA MIXTEOA. Esto último se observa todavfa cuando se viaja por los mi- serables pueblos de esta nación destruida. Cuando las lluvias se retar- dan, los indios de las montaflas todavía se dirigen á las grutas carga- dos de presentes, para ofrecerlos á los dioses protectores.

La idea de nn Dios Creador existía ya, y su templo principal se levantó en Achiu- lla. El templo era espacioso, y en el fondo estaba un Ídolo de esmeral- da vestido con un ropaje elegantísimo, que sólo era encomendado pa- ra su fabricación á los donceles y doncellas más distinguidos entre los nobles.

Alrededor del altar ardían eongtantemerUe las teas de ocote y los más exquisitos perfumes. Cerca del ídolo estaban los cuchillos de sílex pa- ra el sacrificio de los animales ofrecidos en holocausto.

Inmediatamen- te estaba la hoguera adonde arrojaban á los animales después del sa- crificio, y á un lado, la silla de piedra del Supremo Sacerdote, con una tela de algodón encima. Además, existía otro templo en Yanhuitlán, donde residía el Gran Sacerdote y donde recibía á los peregrinos que traían sus ofrendas pa- ra el templo principal.

Los sacerdotes desempeftaban el oficio de augures; de manera que ellos eran el oráculo del pueblo, y nada podía determinarse en cuestión política, sin la previa consulta del cuerpo teológico nacional. En las artes, son admirables sus trabajos.

Todavía se desentierran sus hermosos espejos de piritas y de obsidiana, y sobre todo, las inge- niosas vasijas de alfarería, que, por su corte y sus dibujos, se pueden presentar como un modelo de arte. Siguiendo á las autoridades Burgoa y 6ay, transcribimos algo de lo que á esta nación se refiere.

El Presbítero Gay, hablando de los palacios de Mitla, se expresa asi: '' Este suntuosísimo palacio servía de habitación y de sepulcro al Su- mo Sacerdote de los zapotecas, y para este fin fué edificado.

En la or- ganización religiosa de este pueblo, el pontífice de Mitla venía á tener cierta semejanza, por su poder, con el Jefe de la Iglesia Católica: era Vicario de la Divinidad, el centro de la Jurisdicción, el moderador, si no el arbitro de la disciplina, el oráculo de la fe y el canal por donde se comunicaba del cielo á la tierra toda gracia, todo perdón y todo po- der, así en el orden espiritual como en el temporal.

Inútil es, por lo mismo, agregar que á su régimen y autoridad estaban sujetos, no sólo los otros sacerdotes, sino también los pueblos y los reyes mismos, á quienes él consagraba y deponía.

Considerándose como inmediatamen- te cercano á la Divinidad, era el instrumento de los favores y castigos divinos, el medianero de los hombres y el arbitro supremo de todas las causas. Su poder se extendía más allá de la tumba, y si á los vivos mandaba con imperio absoluto, á los muertos también execraba, infa- mándolos perpetuamente con sus maldiciones, ó les concedía perdones y remisiones muy semejantes á nuestras indulgencias.

Por eso entre los indios fué llamado Mitla, " el palacio de los vivos y délos muertos. A los lados esta- ban distribuidos otros asientos menores que llenaban sucesivamente los interesados en hablarle, aunque perteneciesen á las más altas je- rarquías los que llegaban allá; no cruzando el patio, que esto fuera fal- ta de respeto, sino por callejones y puertas excusadas abiertas al inten- to.

Los Reyes y principales señores de Teozapotlán le consultaban con frecuencia, lo visitaban y honraban, y ciegamente obedecían sus man- damientos: les era permitido permanecer algunos días y aun residir en el Palacio, mas no en el Departamento del Sumo Sacerdote, sino en otro.

Digitized by Google cronología mixtsoa. Los sacerdotes subalternos tenían también un departamento sepa- rado, al frente del de los Reyes y al lado del Pontífice Supremo.

A éste designaban los indios con el nombre de Huijatóót es decir. Además del aniversario que celebraba cada uno en particular, acostumbraban le- vantar en los templos, en honra de los muertos, un catafalco cubierto de velos negros, sobre los que derramaban flores y frutos y en tomo de los cuales oraban.

Estos man- Digitized by Google cronología mixtega. XX I L Estafara inquietaba á los indios, per- eque sus oráculos les respondían, cuando los conmiltahan, que la tuvie- ran por cosa misteriosa y de gran pronóstico.

Este noble varón, cuenta la tradición indígena, que se encontró abrazado al madero de la Redención y que 1 Véase la crfMca hittói'iea, aplicada A este personaje por el sabio mexicano Don Icnaolo Ramírez Digitized by Google cronología mixteca.

Como duró algán tiempo entre ellos, predicándoles su Doctrina, observaron que era benévolo, humanitario, sentimental, sobrio, industrioso, sabio, prudente y justo; dictador de leyes benéfícas, y al mismo tiempo aseguraron que era inventor del arle de fundir los metales y de grabar las piedras; casi lo tuvieron por un ser extraor- dinario, semejante á Quetzálcoatl que era el Dios de los indios, Al reiirarsef les dijo que les dejaba allí la señal de su remedio, y que tiempo vendría en que por ella conociesen al Verdadero Dios del, Cielo y de la Tierra, Esta última parte subrayada, es una adición á la leyenda indígena, hecha probablemente por los frailes espafloles.

En la cumbre del Zempoaltepetl grabó en un peñasco dos pies, que Burgoa dice que parecían moldados en cera. Perseguido por los mijes, se arrojó á su vista de la cumbre, sin causarse lesión alguna y desapareció.

Después se mostró á los Cliontales, á quienes instruyó en sus doctrinas, y dejó también entre ellos una cruz grabada en tierra con el dedo, que se conservó hasta la llegada de los espafloles. En re- tirada sobre el istmo de Tehuantepec, esculpió en el pueblo de la Mag- dalena la figura que se conoce por Guixepecochi, de que antes se tra- tó, y por último desapareció en el Cerro Encantado de la Isla ae Mo- napoxtiaCj en la Laguna Superior, sin saberse después de él.

ehi de la Zapoteca, y que sus doctrinas hayan tenido tanta semejanza. Hay, además, la circunstancia también digna de consideración, de que todos estos ilustres varones se mostraron á varios pueblos y desapare- cieron del mismo modo.

En Europa, las muchas inmigraciones posteriores borra- ron casi sus huellas; en Egipto, persistieron algunas de sus costumbres á pesar de los elementos extraños que recibió después, y en la región meridional de nuestro territorio tuvo su completo desarrollo.

Digitized by Google GKONOLOaiA MIXTSOA. las aguas del Golfo, al S. el Océano y al P. el istmo llamado Dani-Gui-Bedji ó montes de tigres, que los mexica tradujeron Tecuantepec, hoy Tehuantepec. En esa dirección penetraba en el país de Didjazá, cuya capital era Zaa- chila, el cual fué llamado Tzapotcapan por los mexica, y es hoy la parte principal del Estado de Oaxaca.

Llegaba por lo menos hasta el lugar que ocupan las ruinas de MiÜa, llamada MieÜan por los mexi- ca y XibáUa por los quichés; palabras, ambas, que significan lugar de los muertos.

En el límite del Océano estaba el territorio de Zaklohpakab, del cual hicieron los mexica Xoconochco, y nosotros Soconusco. Chavero de los habitantes antiguos que ocuparon la costa del Golfo. Dos se distinguen sin dificultad, la una de Papantla al N. Sabemos por ellas que los de Tamoanchán se extendieron hasta Teo- tihuacán, en la Mesa Central, y que después se volvieron al Panuco, de donde habían salido, que se llamaban toocíome y que eran los cuexteca.

Decían también que habían venido sus antepasados en bar- cas, que hablan ¡do hasta Guatemala y que poblaron en Tamoanchán. Esta anfibología del reíalo de Sahagún ha sido causa de que algunos quieran poner Tamoanchán en Guatemala.

IX APRECIAaONBS GENERALES. Asombraba mucho á los padres misioneros la semejanza de los cultos en ciertas ceremonias; ¿pero acaso el culto de ellos, bajo el pseudónimo del Cristo, era original?

El culto de Jesás es el culto del Asia. Está probado hasta la evidencia que el Cristo no es más que la transformación del Crisma, así como el Lidra y el Agni en su carro de fuego, no son otra cosa que la figura de Jú- piter, en Grecia. El Asia Central es la cuna de estas religiones. Si los hombres aparecieron al mismo tiempo en diversos puntos de la su- perfície del planeta, también estos hombres debieron haber progresa- do proporcional mente según el medio ambiente en el cual se desarro- llaban.

No hay duda que si en el Asia hubo más Iticha, si hubo más egoísmo, también hubo más progreso, y por eso impusieron sus cos- tumbres, por eso impusieron sus religiones, y cuando se desbordaron entre las demás razas, pudo haberse confundido su sistema numera- rio, pudo haberse confundido su lengua por completo, transformándo- se en otra muy distinta; pero jamás por completo, los principios fun- damentales de su teogonia; porque en cuestiones religiosas, el espíritu humano es muy tenaz y conseiTa el sello de su procedencia á través de mil generaciones.

Así es que, nada de extraño tiene que estos in- dios tuvieran un jefe de la iglesia, porque en el Asia el Jefe de la Iglesia ha existido. Nada de casual existe en que los indios creyeran qjie había un Dios, Pitao; único, increado, inmortal, Creador del Uni- verso y autor de todos los seres de la Naturaleza; porque ya los Ar- yas nos hablan de lo mismo.

Nada de sorprendente tenía que tuvie- sen sus dioses secundarios, el dios de las lluvias, de las tormentas, de las mieses, de los terremotos, de la caza, del infortunio, etc. Sencillamente porque los otomíes conservaron sus tradiciones y leyendas propias, y antes que aceptar la civilización y teogonia de los extranjeros, se hubieran dado la muerte por completo.

ntes bien, estos extraflos son los que mezclaron á su teogonia el génesis de los autóctonos americanos. Además del culto de k s muertos, hay multitud de costumbres orien- tales entre nuestros indígenas todavía.

A unas cuantas cuadras del centro de la ciudad de Oaxaca, en Xochimilco, Jalatlaco y el Marque- sado, se observan en las fíestas religiosas sobre todo.

Con varios días de anticipación á cualquiera solemnidad religiosa, los indios la anun- cian con el sonido estridente de la chirimía, y es cosa de advertir que el timbre de esa música y su estructura armónica, por decirlo así, son casi idénticos con Ibs cantos de esas bandadas de chinos que actual- mente se desprenden de los trabajos del Istmo de Tehuantepec, en busca de mejores climas.

Ademas, el traje indio y el de los sacerdotes no pueden negar su origen oriental. El culto del fuego, el culto del sol, el culto del Priapo, son otras fuentes que nos demuestran el origen. El hecho de que los indios conservaron leyendas de que habían visto salir hombres del Océano, también el dato de encontrarse cru- ces en varios puntos, son las huellas que nos explican su procedencia; hay más, las regiones donde habitaban algunas naciones á la llegada de los espaSoles.

DO se hubieran aventurado nunca, dado que fuera posible la hipótesis del Sr. Jamás esa raza de inraigradores pudo haber pasado de la Europa al Egipto, y después de dejar sus monumentos á la oriHa del Nilo, costear el África.

Hubiera sido una locura; porque una raza que yaga en busca de sustento, es seguro que no tendría elementos para equi- par sus flotas, á fín de venir á las costas americanas; y además, ¿cómo se iban á aventurar al Océano, á pesar de que estuviera todavía sera brado de islas?

Pero se nos dirá seguramente, no todas las tradiciones de los antiguos habitantes de la costa del GoJfo, están contestes en que sus ascendientes vinieron por el mar? A esta objeción podríamos contestar diciendo: ¿Las razas primitivas de Tehuantepec y Juchitán, que son una rama modifícada de los de la península, no nos cuentan lo mismo?

Ninguna, porque no hay ni siquiera datos etnográficos en que apoyarse. Simplemente nos sirve la tradición pa- ra probar lo contrario, y es que estas razas no pudieron haber seguido otro camino que el del Océano Pacífico, en lugar de pasar por el Atlántico como se quiere. La tradición maya-quiché sólo dice que sus antepasados vinieron en barcas, y agreguemos á esto la tradición tehuantepecana y podrá entreverse el origen.

Los mismos españoles, cuya marina era eminentemente superior en la época de los descubrimientos, llamaban á Yucatán la isla de Santa Cruz, y los mayas no tenían otro concepto del territorio en que habitaban. Asi es que bien pudieron haber tenido la creencia de que el Seno Mexicano era el mismo Mar del Sur que rodeaba su isla.

Y siguiendo las huellas de los quichés tendríamos que llegar al territorio de ZakIohpHkab, y detendríamos nuestro paso en las cordilleras que contemplaron á la antigua Mam, es decir, á la ciudad que habitaron los venerables testigos de la civilización asiática en América! Digitized by Google cronología mixtbga.

Además, la presencia de los instru- mentos de cobre en América, atestiguan que las razas á las cuales pertenecian, son de una época muy posterior á la edad del bronce en Europa.

Entre estos instrumentos abundan los cuchillos, los cinceles de todas dimensiones y las verdaderas hachas; pero lo que llama mu- cho la atención, es un instrumento denominado hacha. En todos los lugares en los que dejaron sus huellas las razas del Sur, abundan es- tos instrumentos.

El cobre laminado está cortado en fígura de eras, semejando una T. Nótase que las láminas son relativamente delgadas, pues la parte inferior del mango, en las más gruesas, apenas tiene un milímetro de grueso y disminuye esta magnitud á medida que se acerca al fílo que termina en una media luna.

Es importante hacer constar, que estos instrumentos varían según los lugares donde se encuentran, aunque la idea primitiva es la misma. Tenemos á la vis- ta algunas traídas de las regiones de Mictlán, y ya difíeren de las que hemos recogido en los alrededores del Monte Albán.

Estas son por lo regular de 15 centímetros de anchura por 11 de largo, y aquellas de 15 de largo por 14 de ancho. También se encuentran otras pequefif- simas; pero son muy escasas.

Fundándose en estos dos conceptos, se cree generalmente que fueron monedas de los antiguos indios, que al mismo tiempo que las usaban como represen- tantes del valor, las utilizaban en diversas industrias. Unidos, descubrieron los restos de una antigua ciudad de los astte' cas?

enterrada probablemente por un fuerte huracán de arena. Las inmigraciones nahoas se extendieron, sin duda, no solamente por la costa del Atlántico, sino más aún, se desbordaron sobre toda la América del Sur, y después hizo otro tanto la raza primitiva de los mayas-quichés; pero como posterior á la noAoa, no pudo avanzar tan- to como sus predecesores, que rompiendo el elemento autóctono, fun- dó el imperio de los Incas bajo los auspicios del astro generador de la Naturaleza.

Por eso son las semejanzas tan grandes entre los antiguos habitantes del Perú y los nuestros, y por eso también las semejanzas etnográficas tan marcadas con el Oriente. El célebre naturalista Brehm lo asienta, los historiadores america- nos lo presumen, y Humboldt, recorriendo las selvas vírgenes de América, lo confirma.

Asi es que, antes de los viajes de Eric Rand, es decir, por el siglo V de nuestra era, la América era un inmenso campo de batalla, las razas americanas sucumbían por el derecho del más fuerte.

Podemos decir muy bien, que semejante á un inmenso Océano, las razas ínmigradoras dividieron á las primitivas cuyos res- tos se encuentran todavía.

En los Estados yan kees hay pieles-rojas, en nuestra República, viven los otomíes, y en el último peñón de la Amé- rica del Sur, lanzan al aire el grito de libertad los patagones, deteni- dos 'por inmensos témpanos de hielo que se destacan en el hori- zonte.

LA RELIGIÓN PRIMITIVA Y LA CRONOLOGÍA. De tal concepto deducen la formación de una serie de prácticas supersticiosas que formaron las primeras religiones; pero estas afirmaciones dejan mucho que desear, supuesto que las ideas del hombre primitivo debieron ineludiblemente basarse en la observación y la experiencia.

El conde de Volney, al escribir "Las Ruinas de Palmira," afirmó que el origen de los cultos descansa en el culto de los astros. Es la pri- mera vez que un hombre de alma templada y de criterio sano, coloca al sol y los signos del Zodiaco, como el tronco de todas las formas religiosas.

Volney, como Sócrates, entrevé la verdad, y como Sócra- tes, ríe; pero también se equivoca. No desconocemos el mérito de las verdades particulares que pone de manifiesto, admiramos el genio y respetamos la sombra del héroe que desafiara la tormenta social por la causa común; pues de otro modo, el progreso es un mito.

En lo único que disentimos es en que la astrolatría sea la primera forma religiosa. No cabe la menor duda que, aun entre las sociedades más cultas del presente, existen las huellas del culto de los astros; pero no deben pasar ahi las investigaciones.

El non plus ultra de las Co- lumnas de Hércules, fué una mentira. Sigamos como el almirante ge- novés, persiguiendo lo ignoto! II El espíritu y el süeSo. eomo un ser independiente del cuerpo, ha usompafiado á la Humani- dad en todas los tiempos. pues asi lo afirman los pueblos de la antigüedad.

Burmeinster afirma que sólo un cerebro enfermo puede ver espíritus ó apariciones de espíri- tus; pero un exceso de trabajo mental puede ser también causa de ta- les ilusiones. Byron imagina ver un espectro, Goethe contempla su propia imagen que se le acerca, Jesús oye la voz en el desierto y Lu- tero le arroja al diablo un tintero porque lo perturba en su retiro.

Pero en estos casos, la acepción de espíritu es muy distinta de la acep- ción primaria. Esta, la debemos buscar en las formas primitivas del lenguaje, al apreciar sensaciones propiamente subjetivas.

Una lengua que apenas empieza á formarse, es una lengua pobre, es un organis- mo raquítico que se desarrolla progresivamente. Es natural que en- gendre errores de juicio, y después conclusiones falsas que llegan dogmáticamente á aceptarse como verdades.

El sueño, sin duda, fué uno de los primeros estados subjetivos que el hombre primitivo trató de explicar. Habla Spencer: 'incapaz de establecer distinción entre una impresión y una idea, no podía, co- mo nosotros, comprender el suefio como un estado puramente subje- tivo; cree haber hecho realmente todo lo que en su sueño él ha visto que ha hecho.

Después de un largo ayuno y una caza infructuosa, se Digitized by Google ORONOL06IA MJXTEOA. Sus vecinos, su mu- jer, le afirman que no ha abandonado su lecho. Deduce de ahi que es doble, y que uno de estos yo viaja por tierras lejanas, mientras el otro permanece tendido é iTisenMle.

En el sueño, mientras uno de estos yo quedaba en el hogar, el otro vagaba por lejanas tierras, bastando so- lamente mover el cuerpo para que el espíritu volviera á su morada. Si ocurre algún caso apoplético, es que el espíritu se ausenta repen- tinamente; si el hombre se da un golpe y se priva, se busca el espí- ritu en el lugar en que cayó.

Recuérdese á este respecto ]a creencia que en nuestro pueblo existe. La diferencia es muy pequeña, mientras en el sue- ño pueden resucitar pronto, en los casos de apoplejía, de golpe, etc. La noción de la muerte no existía aún, por eso decimos que el sueño es la imagen de la muerte; y esto que para nosotros es sólo una figura, una elegancia del lenguaje, fué una verdad en épocas lejanas.

Primero se esperó la resurrección un día, dos, tres, y después se fija al fin de los tiempos. San Agustín creyó que las convulsiones del Imperio Romano pre- sagiaban el fin del mundo. Predecía hasta el año mil, y después del año mil, ni un día más.

Tenía que suceder la gran catástrofe; los muertos se levantarían de sus tumbas al son de las trompetas. ración fisiológica del organismo, no podemos aplicar para aquellos tiempos, el epíteto de supersticiosos á los pueblos, supuesto que sus su- persticiones son genuina é incondicionalmente, efecto de su razón pu- ra.

Las supersticiones nos presentan un grado de adelanto. Por esta causa, no nos llama la atención encontrar en ciertos credos, la convic- ción de qxie los montes, los valles, los árboles, las fuentes y las rocas, estén poblados de espíritus.

Considerando como una verdad la existencia del espíritu después de la muerte, ¿cómo no conservar el cuerpo de un hermano, el de un padre ó el de la madre si tienen que volver á la vida? Natural es cuidar aquellos restos sagrados. Los sepulcros se cava- ron al lado de las casas, poniendo en ellos todos los instrumentos ne- cesarios para el momento de la resurrección.

Esos negros montícu- los que se levantan á millares sobre el suelo virgen de la América, coronando las cimas de los cerros, son la expresión del más solemne monumento levantado á la muerte. El Egipto es un lúgubre versículo sintetizado en sus pirámides; América es el arranque desgarrador de una estrofa, que aterroriza el corazón al contemplar tantas grandezas.

Sentado alguna vez sobre un montículo, en la cumbre de la colina, ha visto mi soñadora fantasía pasar como negros espectros, entre los cen- tenares de sepulcros, las mil y mil escenas de aquellos pueblos que presenciaron esas mismas rocas y ese mismo suelo solitario que per- manece mudo!

En la cumbre, alrededor del destruido teocalli, se agrupan los mon- tes sepulcrales y descienden á las bases en un orden jerárquico. Ca- da cerro parece un gigante enfermo de vejez, con mil protuberancias en el cuerpo. Se construye el templo y los espirüuB de los antepasadoé pueblan el espado, el monte, el rio, todo lo invaden, todo lo ven, y juzgan á sus hijos premdaaido el bien y castigando el mal; por eso es que las enfer- medades, las secas, el huracán y todas las fuerzas destructoras de la Naturaleza son castigos, y los pueblos enteros piden perdón, sacrifi- cando víctimas sobre las frías losas del sepulcro.

Sobre los anti- guos túmulos se elevan, gigantes y lozanos, los árboles cuyas raíces llenas de vigor se enredan en los frágilqs huesos que les sirven de abono. La idea de que el espíritu del muerto puede meterse en cualquiera cosa, aun no se borra.

La culebra sale como una exhalación entre las piedras del sepulcro, y la culebra es divinizada también. Las aves llegan á ser espíritus alados, que anun- cian la buena nueva ó la desgracia de los pueblos.

El buho represen- ta, entre los pueblos ambicanos, un importante papel. En medio de la negrura de la noche, llega á las casas vecinas de la aldea, á través de los intersticios de las cafias que forman la choza, atraviesa la mor- tecina luz de la vela, por lo general, cuando hay algún enfermo.

El buho, enemigo de la luz, se inquieta y grita, y es muy sabida la leyenda de los indios: Cuando el tecolote canta, El indio muere. El buho es el mensajero de la muerte. Acaso por las consideracio- nes sociales, los nobles son depositados en las cavernas, y si alguien ve salir del recinto sagrado, ya un león, un tigre ó cualquier otro ani- mal en el momento en que se anuncian las primeras sombras de la noche, corre á las casas del pueblo, se comenta el hecho de mil mo- dos, y se deduce la transformación del espíritu en aquellos seres.

Dejamos asentado en el párrafo anterior que se divinizaron las plati' toa, las serpierUea, los leaneB, los tigres y las aves. En las leyendas del pueblo míxteca se ase- gura que los habitantes de esta antiquísima nación descienden de las rocas y de los arbolea.

Los pueblos zapotecas derivan su genealogía de los leonea y de los tigrea. Con tales ideas panteístas, el hombre mira una pefia con figura hu- mana, y acaba por creer que allí se aloja un espíritu. Se construye un ídolo y se le tributa culto por la misma razón. Los dioses revisten las formas más caprichosas é inverosímiles.

El panieíamo ae integra obedeciendo á la eterna ley de la evolución. En la mitología mexicana, Xihuacoaly la mujer serpiente, tiene por hijos á Queízalcoatl y á HidtzilopoxÜif el dios de la guerra y el dios culebra adornado con plumas de quetzal. La diosa MaxtlaxíhuaÜt — mujer mala — es un genio del mal, la fiebre que diezmaba poblaciones ente- ras.

En medio de las tinieblas de la noche la cabafia está sola. Cada cho- za es un ser que se protege á si mismo y guarda á la familia que se escuda dentro. El hombre, la mujer y los niños no se atreven á salir, porque más de una vez sus semejantes han sido presas de los genios malos.

Duer- men tranquilamente cerca del fuego, único amigo y compañero que los libra de una muerte segura. Durante el dia el cazador busca un escondrijo entre los matorrales, cerca de la fuente donde el ciervo viene á apagar su sed. Dispara el dardo y la victima se revuelca en su sangre.

Se echa á cuestas la pre-r ciosa carga y lleva gozoso el alimento á la familia. Durante la noche los carniceros también buscan su presa. El hombre y la mujer han sentido su presencia y tiemblan; pero el fuego brilla y mientras los rayos de la luz pasan á través de las paredes del humilde cobertizo, la fiera ron- da, ruge y resignada espera la extinción de su enemigo.

A los prime- ros reflejos de la aurora huye desesperada por la selva y todo recobra sus formas verdaderas. A donde se veia una negra mancha, aparece un árbol; el murmullo del arroyo, de triste se torna en cadencioso; los pájaros sacuden su plulnaje y cantan el himno á la naturaleza.

El hombre apenas se atreve á salir á la puerta de la choza, y cuando el sol asoma su faz sobre el horizonte exclama la familia como se lee en los más antiguos Vedas: ''Gracias Agni, querido Agni un dia más!

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Author: Zulkijin

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