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Labouchere Simplicidad y Elegancia

Labouchere Simplicidad y Elegancia

La oposición Labouchere Simplicidad y Elegancia al tráfico de esclavos Labouchere Simplicidad y Elegancia principalmente no en Inglaterra, Labpuchere en Siplicidad y allí Control de Acceso a Datos Sensibles en las pequeñas comunidades rurales Labouchere Simplicidad y Elegancia Simplicicad, inde- pendientes Sijplicidad trabajo Elegqncia los esclavos. Jeaffreson ed. Bostock al capitán James Fryer, 17 de julio de Constituida enestableció dos asentamientos en la costa africana e intentó, sin resultado, obtener dominios en las Indias Occidentales. Los secuestrado- res recibían el nombre de spirits, y se los definía como «el que se lleva hombres, mujeres y niños y los vende para que un barco se los lleve por el mar». Desde el punto de vista de Mansfield, «el caso de los esclavos era el mismo que si se hubieran arrojado por la borda caballos». Labouchere Simplicidad y Elegancia

Labouchere Simplicidad y Elegancia -

El método Labouchere fue creado por Henry Du Pré Labouchere, un jugador de ruleta y escritor británico del siglo XIX, y funciona de la siguiente manera:.

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Por ejemplo, se dice que Ashley Revell vendió todas sus posesiones, incluyendo su ropa, y apostó todo su dinero en rojo en una mesa de ruleta en el Plaza Hotel and Casino en Las Vegas. Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente. Sistema Martingala El sistema Martingala es una estrategia popular que se basa en doblar tus apuestas después de cada pérdida , con la esperanza de recuperar tus pérdidas y obtener una ganancia después de una serie de rondas.

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Sistema Paroli Por otro lado, el sistema Paroli tratará de aprovechar las rachas de ganancias. Este es su funcionamiento: Haz una apuesta pequeña en una opción, como un color o un número. Si ganas, aumenta tu apuesta en la misma opción de apuestas en la siguiente ronda. Si pierdes, vuelve a hacer tu apuesta original en la siguiente ronda.

Repite los pasos 2 y 3 hasta que tengas tres victorias consecutivas. Sistema James Bond El método James Bond es una estrategia que toma como premisa el hacer una serie de apuestas simultáneas con el objetivo de minimizar las pérdidas y aumentar las ganancias a largo plazo.

Lizama Quijano, Jesús J. Ruiz Vieytez, Eduardo J. Warren, Karen Jabbaz Churba, Marcela Jackson, Tim Jacobs, Michael Jacques, Martin Jagoe, Catherine Jamal, Salah Jara, Miguel Jato, Mónica Jáuregui, Gurutz Jáuregui, Ramón Javier Sancho Más , Francisco Jawara, Baba Jawo, Teneh Jayme, María P.

Jean Bowman, Mary Jetin, Bruno Jie, Zhang Jiménez Araya, Tomás Jiménez Dato, Ana Jiménez Olmos, Javier Joaquim Sempere Jodar, Pere Johansson de Silva, Sara Joison, Andrés M.

Jonson, Benjamin Jorge Alonso, Ana Jori, Gerard José Añón Roig, María José Valderrama, M. José Vilalta, María Josefa Sánchez Contreras Josefa Sánchez Contreras Josefa Sánchez Contreras Josep Dalmau, Mossen Josep Maria Montaner Jover, Daniel Juanatey, Héctor Juarista, Patxi Jubany, Olga Juberías Gutiérrez, Luis Juliana i Ricard, Enric Juliano, Dolores Junyent Tarrida, Joan Junyent, Carme Jurado Gilabert, Francisco Jurado, Alejandro K.

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King, Jane Kirhlani, Said Kitzinger, Sheila Klassen, Jon KnÃrr, Javier Komenan, Dagauh Konat, Moussa Kothari, Ashish Krabb, Tim Kruijt, Dirk Kucharz, Tom Kumar Bagchi, Amiya Kumar, Satish Kunduri, Zeta L.

Barona, Josep L. Antonio López, Norbert Lorena Fuster, À. Lorenc Valcarce, Federico Lorenzana, Concha Lorenzo Alquézar, Rafael Losada Soler, Elena Louichi, Khaled Loynaz, Dulce María Lucas, Javier de Luis Sampedro, José Luis Serrano, José Luis Arias, Pedro Luís Martín, José Luis Maya, José Luis Millán, Juan Luis Peralta, Jorge Luis.

Solana, José Luneau, Gilles Lungu, Dan M. Kelty, Christopher Maanit, Adam Macas, Luis Macías, Clara Mackay, Charles Macwan, Jyotsna Madelaine, Stéphane Madorrán, Carmen Maffesoli, Michel Magallón Portolés, Carmen Magli, Ida Mahé, André Mahfouz, Naguib Maillard, Jean de Maines, Rachel P.

Majó Garriga, Adam Makarem, Ghassan Malgesini, Graciela Malinowski, Bronislaw Mamine Miwa, Katsumi Mancisidor, Mikel Mandé Diarra, Alpha Mañé, Aurelia Manel Busqueta, Josep Manner, Eeva-Liisa Manrique, Rafael Mantecón, Alejandro Manuel Beiras, X.

Manuel Díez Gracía, Víctor Manuel Naredo, José Manuel Sabucedo, José Manzini, Ezio Mapelli, Barbara Marazziti, Mario Marcellán, Francisco Marcellesi, Florent Marcelloni, Maurizio March, Hug Marco Lafuente, Inés Marcus, Michel Mari Pastor, Jose Marigómez, Luis Marín Olmos, Juan Manuel Marín, Laura Marín, Manuela Marina García Herrera , Luz Marlowe, Christopher Mármol, Camila del Marquilles, Bernat Mart, Iván Martí Comas, Júlia Martí Costa, Marc Martí de Olives, Ana Martí i Puig , Salvador Martí, Felix Martí-Costa, Marc Martín Beristain, Carlos Martín Artiles, Antonio Martín Belmonte, Susana Martín Gómez de Carvallo , Fátima Martín Lucas, Belén Martine, George Martínez Alier, Joan Martínez Álvarez, Ana Martínez Cabezudo, Fernando Martínez Expósito, Alfredo Martínez Guzmán, Vicent Martínez Martínez, M.

José Martínez Montálvez, Pedro Martínez Núñez, Carlos Martinez Oró, David Pere Martínez Peinado, Javier Martínez Quinteiro, Esther Martínez Ten, Carmen Martínez Veiga, Ubaldo Martínez, Ana Martínez, Ángel Martínez, Óscar Martínez, Regina Martínez, Rubén Martínez-González-Tabla, Ángel Martínez-Palacios, Jone Martorell, Maria Antonia Maruani, Margaret Maruszko, L.

Marzo, Mariano Mascarell, Mireia Masi, Antonella Masjuan Bracons, Eduard Masó, Joana Massey, Doreen Massip, Clara Mauss, Marcel Max-Neef, Manfred Mayordomo Rico, Maribel Mazón, Tomás Mbatia, Wangui McDonald, David McIntosh, J. McMichael, Philip McPherson, M.

Medialdea García , Bibiana Medina, Juan Medina, Xavier F. Melero, Eduardo Menchú, Rigoberta Méndez de Andés, Ana Méndez de Vigo, Valeria Méndez Rubio, Antonio Mendius, Richard Menéndez, Fernando Mercader Amigó, Laura Mérida Jiménez, Rafael M. Mernisi, Salima Mernissi, Fatema Mesa Peinado, Manuela Meyer, Ãric Mies, Maria Migjorn, Casa Miguel Uharte, Luis Miguélez, Fausto Milgate, Murray Millán, María Ángeles Millet, Damien Mindell, Arnold Minic, Slobodan Boban Minke, Gernot Miqueo, Consuelo Mir García, Jordi Miranda Castañeda, Sergio Miró i Acedo, Iván Miró, Joan Maria Mistral, Silvia Mitropulu, Costula Mogollón García, Irati Molas Font, Maria Dolors Molero Simarro, Ricardo Molina, Pedro Moliner Miravet, Lidón Molinero, Carme Mondéjar, Cristina Monedero, Juan Carlos Monereo, Manolo Monleón, José Montagut, Xavier Montale, Eugenio Montanya, Xavier Monterde, Arnau Montero Simó, M.

José Montero, Mayra Montero, Txema Montes del Castillo, Ángel Montes, Pedro Montiel Márquez, Antonio Montobbio, Manuel Montón, Sandra Moore Lappé, Frances Mora Cabello de Alba, Laura Moraes, Dênis de Moragas-Fernández, Carlota Morales, Ernesto Moreno González, Gabriel Moreno Jurado, José Antonio Moreno Marimon, Montserrat Moreno Mínguez, Almudena Moreno Saenza, Neus Moreno Sarda, Amparo Moreno, E.

Moreno, Javier Moreno, Mónica Morgan Lewis, Henri Morin, Edgar Morozzo della Rocca, Roberto Mosangini, Giorgio Mosterín, Jesús Mouffe, Chantal Moya, Gladys Muenz, Rainer Mundi, Medicus Muñoa Errasti, Arantzazu Muñoz Abeledo, Luisa Muñoz de Bustillo, Rafael Muñoz, Francisco A.

Dolores Narotzky, Susana Nash, Mary Nasrallh, Emili Navajas-Pertegás, Nina Navarro Ríos, MªJesús Navarro, Clemente J. Núñez, Isabel Núñez, Jesús A. Núñez, Valerio Nuño Gómez, Laura O. Funtowicz, Silvio O. Hirschman, Albert Obaid, Thoraya A. Ocampo, Estela Ocampo, José Antonio Ogilvie, Sara Olabarría, Emilio Oliva, Lydia Oliván Santaliestra, Laura Oliván, Loles Oliveira Malvar, Mercedes Oliveres, Arcadi Ollé Goig, Jaume E.

Olmo Vicén, Nuria del Oltra, Mónica Ondet, Christophe Ondjaki Ortega Santos, Antonio Ortega, Paul Ortega, Pere Ortiz de Vallacian, Daniel Ortiz Guitart, Anna Ortiz Pérez, Samuel Ortiz, Anna Ortiz, Ricardo Ortiz, Teresa Osborne, Raquel Osorio, Tamara Osset Hernández, Miquel Osuna Acedo, Sara Osuna, Orencio Oswald Mitchell, Dave Ould Adda, Abdelkrim Ovejero Lucas, Félix Ovidio Ozieblo, Bárbara Páez, Fito Paglia, Vicenzo Pajares Alonso, Miguel Palenzuela, Pablo Pallerol, Carme Palma, J.

Riera, Joan Rabbani, Rosa Radcliffe, Ann Rallo, Antonio Ramanathan, Suguna Ramírez Fernández, Ángeles Ramírez Soler, Henry Ramiro, Pedro Ramón, Esther Ramonet Míguez, Ignacio Ramos, Laura Rañé, Ferran Ranis, Gustav Rao, S.

Raskin, Bridgitte Raventós, Daniel Ravetz, Jerome R. Rodríguez, Paula Rodríguez, Roberto Rodríguez-del-Pino, Juan A.

Rodríguez-García, María Jesús Rodríguez-Navarro, Pablo Rogerat, Chantal Rogers, John Rogers, Paul Roigé, Xavier Rojo Pérez, Pedro Rolin, Oliver Román, Begoña Romay Coca, Juan Romero Marín, Juanjo Romero, Cote Romero, Francisco Romero, Miguel Romeva, Ra Rong, Chen Ropa Limpia, Campaña Roque i Alonso, Maria Ángels Rosa Neufeld, María Rosa, Raúl de la Rosales Nava, Rosa María Rosetti, Natalia Rosset, Peter M.

Rossi, Rosa Roth, Joseph Roth, Laura Rousset, Pierre Rovetto, Florencia Rovira Sancho, Guiomar Rovira, Joan Rowan, Jaron Rubert de Ventós, Maria Rubio Serrano, Laura Rueda, Ramón Rueda, Salvador Ruggieri, Flavia Ruiters, Greg Ruiz Bravo-Villasante, Carmen Ruiz de Elvira, Antonio Ruiz Vélez-Frías, Consuelo Ruiz, Ainhoa Ruiz, Juana Ruiz-Giménez Arrieta, Itziar Ruiz-Rivas, Carmen Rullan, Onofre Russo Spena, Giacomo Ryan Isakson, S.

S tzl, Wolfgang S. Eckaus, Richard S. Heffermehl, Fredrik S. S Racismo Saarikoski, Pentti Sabadell Nieto, Joana Sabaté Bel, Fernando Sabaté Muriel, Irene Sabater Montserrat, Maria Antònia Sachs, Wolfgang Sack, Jon Sackville-West, Vita Sacristán Adinolfi, Vera Sacristán Luzón, Manuel SÃderberg Jacobson, Agneta Sáenz del Castillo Velasco , Aritza Sáez de Ibarra , Javier Saez Tajafuerce, Begonya Saillard, Dominique Salazar Mendiguchia, Pablo Salcedo, Jorge Salcedo, Miguel Salem, Ibtihal Sales, Albert Salguero, Óscar Salleh, Ariel Salvador González, Tomás Salvador, Eduardo Salvador, María Salvi, Marina Sampedro, Víctor San Geroteo, R.

San Juan, Alberto San Juan, César Sanabria Martín, Antonio Sanahuja Perales, José Antonio Sanahuja Yll, Encarna Sánchez Padró, Miguel Sánchez Romero, Margarita Sánchez Rosell, Amparo Sánchez Rubio, David Sánchez Tabarés, Ramón Sánchez, Ana Sánchez, Celestino Sánchez, María Dolores Sánchez, Matilde Sánchez, Ricardo Sancho Hernández.

Strange, Susan Strasberg, Lee Suárez Briones , Beatriz Suárez, Mercedes Suárez, Verónica Subirana Samitier, Pere Subirats Humet, Joan Subirats, Marina SuNotissima Susi, Enrichetta Susinos Rada, Teresa Susmanscky, Silvia Sust Fatjó, Xavier Sutcliffe, Bob Sylvia Oussedick, Ourdia T rk, Volver Taboada, Leonor Tadjo, Veronique Tahbub, Marwan TAMAIA Tamayo, Juan José Tarafa, Gemma Tarín Sanz, Adrián Tarrés, Sol Tarsia, Tiziana Tavera, Susanna Teis, Xavi Teitelbaum, Alejandro Tejera, Nivaira Tejero, Elisabet Téllez Infantes, Anastasia Tello Weiss, Mariana Tello, Enric Tello, Rosa Tendero, Guillem Tercer Mundo, Red del Teresa Sánchez Concheiro , Maria Teresa González Cortés, María Terricabras, Josep M.

Théau, Benoît Thieux, Laurence Thorp, Rosemary Tickell, Oliver Tickner, Joel Tiezzi, Enzo Tobias, Alfred Todaro, M. Tókareva, Viktoria Toledano, Diosdado Toledo, Víctor Manuel Toll, Gil Tomas, Mariona Tombs, Steve Tomorrows, Peaceful Toret Torns, Teresa Torrabadella, Laura Torradeflot, Francesc Torras, Meri Torrego, Alicia Torres i Prat , Joan Torres López, Juan Torres López, Juan Torres, Juan Torres, Luisa Torres, Mónica Tortosa Blasco, José María Toussaint, Éric Tovias, Alfred Townsend, John Trakl, Georg Tremosa, Laura Trias Gibert, Marc Trilling, Lionel Troin, Jean-François Tufte, Thomas Turkka, Sirkka Turnbull Turnbull, Colin Twain, Mark Twain, Mark Ubasart i Gonzalez, Gemma Ubasart, Gemma Ugarte, David de Ulled, Andreu Unceta, Koldo Uranga, Belen Urbán, Miguel Uribe, Natalia Urrutia, Gorka Utopía, Mouvement V.

Lucena Cid, Isabel Vaitla, Bapu Vaitla, Bapu Val Cid, Consuelo del Val Valdivieso, M. Isabel del Vald, Zoe Valdés Camacho, Víctor Valencia Sáiz, Ángel Valenzuela, Lídice Valenzuela, Pep Valero Capilla, Antonio Valero Delgado, Alicia Valero Matas, Jesús A.

Singer, H. Soja, Edward Waberi, Abdourabman A. Wagensberg, Jorge Wainwright, Hilary Wallerstein, Inmanuel Walser, Robert Wark, Julie Wark, Julie Warschawski, Michel Wedekind, Frank Weir, D. Weissman, Fabrice Weissmann, Hilda Wenling, Ye Wesselius, Erik Wetzel, Silvia Whitaker, Chico Whyte, David Winch, Donald Wolf, Maribel Wolf, Maribel Wolfgang Goethe, Johann Wood, Adrian Worswick, G.

El primero era el de la eco- nomía confiada en sí misma y diversificada, de los pequeños granjeros, «simples arañadores de tierra» como los llamara despectivamente Gibbon Wakefield,4 que vivían de un suelo que, como se describiera Canadá en , «no era una lotería, con unos pocos premios exorbitantes y un gran número de espacios en blanco, sino una inversión cierta y segura».

En la primera categoría entraban las colonias norteñas del gran territorio americano; en la segunda, las colonias de tabaco continen- tales y las islas azucareras del Caribe. En este último tipo de colonias, tal y como señaló Merivale, la tierra y el capital resultaban igualmente inútiles, a menos que pudiera contarse con mano de obra.

Andrews, The Colonial Period of American History, New Haven, vol. I, pp. Crouse, The French Struggle for the West Indies, , Nueva York, , p. Smith añade un factor político: «La libertad para gestionar los asuntos propios». Merivale, Lectures on Colonization and Colonies, Oxford, , p.

La descripción es de Lord Sydenharm, gobernador general de Canadá. El origen de la esclavitud de los negros 31 trabajara, en cooperación. En tales colonias, el rudo individualismo del granjero de Massachusetts, que practicaba una agricultura intensiva y arrancaba, con el sudor de su frente, miserables ganancias a un suelo mezquino, debía ceder ante el grupo disciplinado del gran capitalista que practicaba la agricultura extensiva y producía a gran escala.

Sin esta compulsión, el trabajador acabaría por ejercitar su natural inclinación a trabajar su propia tierra y a realizar la faena por cuenta propia. Con frecuencia se relata la historia del gran capitalista inglés, Mr. Peel, quien llevó con él Su plan consistía en que sus trabajadores realizaran sus tareas para él, al igual que lo hacían en el viejo terruño.

Llegados a Australia, sin embargo, donde la tierra abundaba —abun- daba demasiado—, los hombres prefirieron trabajar por cuenta propia como pequeños propietarios, en lugar de hacerlo por un salario bajo las órdenes del capitalista.

Australia no era Inglaterra y el capitalista se quedó sin un sirviente que le hiciera la cama o le fuera a buscar agua. La enseñanza de la temprana historia de Georgia es instructiva. Impedidos de emplear el trabajo de esclavos por la prohibición de administradores que, en algunos casos, poseían sus propios esclavos en otras colonias, los colonos de Georgia se hallaban, como dijera Whitefield, en la situación de personas cuyas piernas estuvieran atadas y recibieran la orden de caminar.

Así, los ma- gistrados de Georgia apuraban brindis «por la única cosa necesaria», la esclavitud, hasta que la prohibición fue levantada. Había sido la base de la economía griega y había edificado el Imperio Romano.

En los tiempos modernos proveía el azúcar para el té y las tazas de café del mundo oc- cidental. Produjo el algodón que sirvió de base al moderno capitalismo. Constituyó las islas de América del Sur y del Caribe. Vista con perspec- tiva histórica, forma parte de ese cuadro general del duro tratamiento hacia las clases no privilegiadas, de las despiadadas leyes para los pobres y de las severas leyes feudales, así como de la indiferencia con la que 7 Ibidem.

Flanders, Plantation Slavery in Georgia, Chapel Hill, , pp. La ex- periencia universal demostraba de manera concluyente que «el trabajo hecho por esclavos, aunque parezca que sólo cuesta su manutención es, a fin de cuentas, el más caro de todos. Una persona que no puede adquirir propiedad alguna, no puede tener otro interés que el de comer lo más posible y trabajar lo menos posible».

La superioridad económica del trabajo de los hombres libres contratados sobre el trabajo de los esclavos es obvia aún para el propietario de esclavos.

El trabajo de los esclavos se obtiene de manera forzada, es poco hábil, carece de versatilidad. Pero en las etapas iniciales del desarrollo colonial, las otras condiciones no eran iguales.

Cuando se adoptó la esclavitud, no se adoptó como una elección frente al trabajo libre; no hubo elección en absoluto. Las razones para adoptar la esclavitud, escribió Gibbon Wakeffield, «no provienen de circunstan- cias morales, sino económicas; no se relacionan con el vicio y la virtud, sino con la producción».

Para esto era necesaria la esclavitud y para obtener esclavos, los europeos se dirigieron primero a los aborígenes y luego a África. James, Social Problems and Policy during the Puritan Revolution, , Londres, , vol. Cairnes, The Slave Power, Nueva York, , p.

Wakefield, A View of the Art of Colonization, Londres, , p. El origen de la esclavitud de los negros 33 Bajo ciertas circunstancias, la esclavitud presenta algunas ventajas ob- vias. En el cultivo de productos como el azúcar, el algodón y el taba- co, donde el coste de producción se ve apreciablemente reducido en unidades más vastas, el propietario de esclavos, con su producción a gran escala y su cuadrilla de esclavos organizada, puede obtener más provecho en el uso de la tierra que el pequeño granjero o campesino propietario.

Para tales materias primas, las vastas ganancias bien pueden soportar los gastos del trabajo ineficaz de los esclavos. Cuando se llega a esta etapa, y sólo entonces, los gastos de esclavitud, productivos e improductivos, representados por el coste y la manutención de los es- clavos, exceden el coste de los trabajadores contratados.

Como escribie- ra Merivale: «El trabajo de los esclavos es más caro que el trabajo libre en los casos en que se puede procurar abundancia de trabajo libre». El plantel de mano de obra de bajo nivel social, dócil y barato, puede ser some- tido sólo por medio de su degradación sistemática y por el deliberado esfuerzo para suprimir su inteligencia.

La rotación de los cultivos y el cultivo científico son, por lo tanto, ajenos a las sociedades esclavistas. Como observó Jeffersson acerca de Virginia, «nosotros podemos com- prar un acre de tierra nueva más barata de lo que nos costaría cultivar una usada».

Este serio defecto de la esclavitud puede ser contrabalanceado y pospuesto durante un tiempo si el suelo fértil es prácticamente ilimitado. La expansión es una necesidad de las socieda- des esclavistas; el poder esclavista requiere siempre nuevas conquistas. Énfasis del autor. Hammond, The Cotton Industry: An Essay in American Economic History, Nueva York, , p.

Sobre el agotamiento del suelo y la expansión de la esclavitud en EEUU, véase W. Bagley, Soil Exhaustion and the Civil War, Washington DC, Se trataba de una ver- dadera carrera de relevos; el primero en partir pasaba el bastón, invo- luntariamente por cierto, a otro competidor y luego quedaba rezagado.

La esclavitud en el Caribe ha sido por demás estrechamente iden- tificada con «el negro». Se dio así un giro racial a lo que, básicamente, constituye un fenómeno económico.

La esclavitud no nació del racis- mo; más bien podemos decir que el racismo fue la consecuencia de la esclavitud. El trabajador no libre en el Nuevo Mundo fue moreno, blanco, negro y amarillo, católico, protestante y pagano.

El primer ejemplo del tráfico de esclavos y trabajo de esclavos de- sarrollado en el Nuevo Mundo afectó, en términos raciales, no a los negros sino a los indios.

Los indios sucumbieron rápidamente al trabajo excesivo que de ellos se requería, a la dieta insuficiente, a las enfermeda- des de los blancos y a su falta de capacidad para acomodarse a la nueva forma de vida.

Acostumbrados a una vida en libertad, su constitución y temperamento no se adaptaban bien a los rigores de la esclavitud en las plantaciones. Como escribía Fernando Ortiz: «Someter al indio a las minas, a su trabajo monótono, malsano y severo, sin sentido tribal, sin ritual religioso [ Por otra parte, también cuenta la historia del jefe indio Hatuey quien, condenado a morir por resistir a los invasores, se negó categóricamente a aceptar la fe cristiana como el camino de salvación cuando se enteró que sus verdugos también esperaban llegar al Cielo.

Saco, Historia de la esclavitud de los Indios en el Nuevo Mundo, La Habana, , vol. I, «Introducción», p. Introducción a cargo de Fernando Ortiz. El origen de la esclavitud de los negros 35 Es mucho más probable que la opinión contemporánea de aquellos indios, con respecto a sus nuevos señores, estuviera representada por Hatuey, más que por la mujer anónima.

Inglaterra y Francia siguieron en sus colonias la práctica española del cautiverio de los indios. Había sin embargo una notable diferencia: las tentativas, si bien ineficaces, de la Corona española, para restringir la esclavitud india a aquéllos que rehusaran aceptar el cristianismo y a los agresivos caribes, con el plausible argumento de que eran caníbales.

Desde el punto de vista del gobierno británico, la esclavitud de los indios, a diferencia de la posterior esclavitud de los negros, que impli- caba intereses vitales para el imperio, era un asunto puramente colonial.

Como escribe Lauber: «El gobierno de la madre patria sólo se interesaba por las condiciones de la esclavitud colonial y por su legislación, cuan- do implicaba el tráfico de esclavos africanos [ Ballagh, cuando escribe acerca de Virginia, dice que el sen- timiento popular nunca «demandó la sujeción de la raza indígena per se, como era, prácticamente, el caso del negro en la primer acta de esclavitud de , sino solamente la de una parte de ella, y con toda seguridad una parte muy pequeña [ A ello se añadía que el esclavo indio era ineficaz.

Los españoles descubrieron que un negro valía como cuatro indios. Lauber, Indian Slavery in Colonial Times within the Present Limits of the United States, Nueva York, , pp. Ballagh, A History of Slavery in Virginia, Baltimore, , p. Ortiz, Contrapunto cubano del tabaco y el azúcar, La Habana, , p.

De acuerdo con Lauber: «Cuando se compara con las sumas pagadas por los negros en la misma época y lugar, los precios de los esclavos indios son considerablemente más reducidos». Así, se robaba a los negros de África para que trabajasen las tierras robadas a los indios en América.

Los viajes del Príncipe Enrique el Navegante complementaron los de Colón, y la historia de África Occidental se convirtió en el complemen- to de la de las Antillas. El sucesor inmediato del indio no fue, de todas maneras, el negro, sino el pobre blanco.

La servidumbre de los blancos incluía una gran variedad de tipos. Algunos eran indentured servants,25 llamados así por la circunstancia de que se les hacía firmar, antes de la partida de su tierra de origen, un contrato, legalmente autorizado, que los obligaba a pres- tar servicios por un tiempo estipulado, como pago de su pasaje.

Otros, en cambio, conocidos como redemptioners, se ponían de acuerdo con el capitán del barco para pagar su viaje al llegar a puerto o dentro de un lapso determinado, después del arribo. Si no lo hacían, el capitán los 23 Ibidem, p.

En las colonias francesas existía una fórmula parecida conocida como engagement. Hemos preferido mantener la voz inglesa de esta condición estatutaria del trabajo coaccionado en América, dado el buen número de monografías que hacen ya uso de la misma en su lengua original. del E. Otros eran convictos, enviados por disposición expresa del gobierno de la madre patria, para servir durante un período determinado.

Esta emigración era congruente con las teorías mercantilistas de la época, que abogaban firmemente por poner a trabajar a los pobres en ta- reas laboriosas y útiles y que favorecían la emigración, voluntaria o invo- luntaria, como medio para aliviar a las clases pobres y hallar ocupaciones en el extranjero más provechosas para los ociosos y los vagabundos de la madre patria.

Haar, tuvo su ori- gen en dos fuerzas complementarias, aunque diferentes: existía tanto una atracción positiva por el Nuevo Mundo, como una repulsión negativa por el Viejo». Muchos de los sirvientes eran campesinos que huían de las molestas restricciones del feudalismo, irlandeses que buscaban li- bertad, oprimidos como se hallaban por patrones y obispos, alemanes que escapaban de la devastación de la Guerra de los Treinta Años.

Lle- vaban todos ellos, en sus corazones, un ardiente deseo de una nueva tierra, una ardorosa pasión de independencia. Llegaban a la tierra de las oportunidades para ser hombres libres, poderosamente estimulados en su imaginación por las descripciones luminosas y extravagantes que escuchaban en su país de origen.

Haar, «White Indentured Servants in Colonial New York», Americana, julio de , p. Geiser, Redemptioners and Indentured Servants in the Colony and Commonwealth of Pennsylvania, New Haven, , p. Entre y diez mil partieron sólo del puerto de Bristol, su mayoría con dirección a las Antillas y Virginia.

Dos tercios de los inmigrantes que llegaron a Pensilvania durante el siglo XVIII eran servants blancos; en el curso de cuatro años llegaron, sólo a Filadelfia, Se ha calculado que más de un cuarto de millón de personas, durante el periodo colonial,31 pertenecían a esta clase, y que éstos constituían la mitad de todos los inmigrantes ingleses, la mayoría con destino a las colonias centrales.

El secuestro fue enormemente promovido y se convirtió en un negocio regular en ciudades como Londres y Bristol. Los adultos eran solicitados con licores, los niños atraídos con dulces.

Los secuestrado- res recibían el nombre de spirits, y se los definía como «el que se lleva hombres, mujeres y niños y los vende para que un barco se los lleve por el mar». El capitán de un buque traficante con destino a Jamaica, visitaba la Casa Correccional de Clerkenwell, convidaba con bebidas a las jóvenes encerradas allí por revoltosas y las «invitaba» a ir a las Indias Occidentales.

MacInnes, Bristol, a Gateway of Empire, Bristol, , pp. Jernegan, Laboring and Dependent Classes in Colonial America, , Chicago, , p. Bolton y T. Marshall, The Colonization of North America, , Nueva York, , p.

Bready, England Before and After Wesley —The Evangelical Revival and Social Reform, Londres, , p. El origen de la esclavitud de los negros 39 Mucho se ha escrito sobre las estratagemas que estos newlanders no dudaban en emplear. Las du- ras leyes feudales de Inglaterra reconocían trescientos delitos capitales.

Se colgaba a todo aquel que incurriese en los siguientes delitos: hurtos por más de un chelín; robos en tiendas o negocios por valor de cinco chelines; robos de caballos o ganado; caza de conejos en tierras priva- das.

Es difícil 36 Véase G. Mittelberger, Journey to Pennsylvania in the year , Filadelfia, , p. McCormac, White Servitude in Maryland, Baltimore, , pp.

Abbott, Historical Aspects of the Immigrations Problem, Select Documents, Chicago, , p. Bready, op. Stock ed. III, p. Benjamín Franklin se opuso a este «vuelco en el Nuevo Mundo de los parias del Viejo», como al más cruel insulto jamás presentado por una nación a otra y preguntó: si Inglaterra justificaba su envío de convictos a las colonias, ¿no estarían éstas en situación de justificar un envío similar, a Inglaterra, de víboras?

Aún cuando los convictos fueran duros delincuentes, el gran aumento de los indentured servants y emigrantes libres tendería a neutralizar la influencia de los convictos, al igual que si se derraman grandes cantidades de agua en un recipiente que contiene veneno. Sin convictos, el temprano desarrollo de las colonias australianas en el siglo XIX hubiera sido imposible.

De todos modos, sólo unos pocos colonos eran tan susceptibles. La actitud general se resumía en esta declaración de un contemporáneo: «El tra- bajo de los convictos es más beneficioso en una colonia reciente, que lo pernicioso de sus vicios». El gran problema en un país nuevo es el problema de la mano de obra, y el trabajo de los convictos, como Merivale señalara, era el equivalente de un obsequio gratuito del gobierno a los colonos, sin agobiar a estos últimos con los gastos de importación.

Lang, Transportation and Colonization, Londres, , p. Butler, «British Convicts Shipped to American Colonies», American Historical Review, octubre de , p. Jeaffreson ed. From the Papers AD of Christopher Jeaffreson, Londres, , vol.

De Jeaffreson a Poyntz, 6 de mayo de El origen de la esclavitud de los negros 41 Los disturbios políticos y civiles producidos en Inglaterra entre y aumentaron el suministro de servants blancos.

Inconformistas políticos y religiosos pagaron su falta de ortodoxia con el destierro, la mayoría a las islas azucareras. Tal fue el destino de muchos de los pri- sioneros irlandeses de Cromwell, que fueron enviados a las Indias Oc- cidentales.

Los irlandeses, en cualquier caso, no eran buenos servants. Odiaban a los ingleses, siempre estaban dispuestos a ayudar a los enemigos de Inglaterra y, en la revuelta de de las Islas Leeward50 ya podemos observar signos de esa indig- nación ardiente que, según Lecky, proporcionó a Washington algunos de sus mejores soldados.

Los escoceses llegaron a ser considerados «los trabajadores y soldados habituales en la mayor parte de tierras extranjeras». En los cuáqueros que rehusaban tomar el juramento por tercera vez debían ser transportados a América; en se decretó el transporte a cualquier plantación, con excepción de Virginia o Nueva Inglaterra, o en su defecto el pago de una multa de cien libras, a las personas de más de dieciséis años de edad que incurriesen en el delito 47 Para el punto de vista de Cromwell, véase Stock, op.

Cromwell a Lenthall, 17 de septiembre de Harlow, A History of Barbados, , Oxford, , p. Williamson, The Caribee Islands Under the Proprietary Patents, Oxford, , p. XIII, p. De Joseph Crispe a Col. Bayer, 10 de junio de , desde St. Chistopher: «Además de los franceses, tenemos un enemigo todavía peor: los católicos irlandeses».

En Montserrat, los irlandeses tres a uno respecto a los ingleses amenazaron con ceder la isla a los franceses ibidem, p. El gobernador Codrington, de Antigua, prefería confiar la defensa de Montserrat a los pocos ingleses y a sus esclavos que a la «dudosa fidelidad» de los irlandeses ibidem, 31 de julio de , p.

Desarmó a los irlandeses en Nevis y los mandó a Jamaica ibidem, 15 de agosto de , p. Ford, The Scotch-Irish in America, Nueva York, , p. Petición de Barbados, 5 de septiembre de Los prisioneros eran adjudicados por tandas a los cortesanos favori- tos, quienes obtenían jugosos beneficios del tráfico, en el que, según se afirma, participaba la propia reina.

El transporte de los servants blancos muestra los horrores de la «Tra- vesía Media» en sus verdaderas dimensiones, no como algo desusado o inhumano sino como parte de la época. Los emigrantes eran hacinados como sardinas.

Según Mittelberger, a cada servant se le adjudicaba un lecho de dos pies de ancho y seis pies de largo. Una petición eleva- do al Parlamento en describe cómo setenta y dos servants habían sido encerrados bajo cubierta durante todo un viaje de cinco semanas y media, «entre los caballos, para que, con el calor y el humo de los tró- picos, sus almas desfallecieran».

Fearon se conmovió ante «el horrible cuadro del sufrimiento humano que formaba este sepulcro viviente» de un barco emigrante en Filadelfia. Andrews ed. El origen de la esclavitud de los negros 43 El transporte de servants y convictos generó poderosos intereses en In- glaterra.

Cuando se creó el Consejo Colonial en , uno de sus debe- res más importantes era el control del tráfico de indentured servants.

En se designó una comisión, encabezada por el hermano del Rey, para que examinara y diera cuenta de la exportación de servants. En se rechazó un acta que prohibía el transporte a ultramar de prisioneros ingleses; también quedó sin efecto otro proyecto de ley contra el robo de niños.

En el transporte de los reos, toda una jerarquía, desde secre- tarios de Corte y severos jueces hasta carceleros y cuidadores, insistía en participar de los despojos. Se evadía todo trámite tendente a registrar a los servants emigrantes y a regularizar el procedimiento de transporte, lo que equivaldría a reconocer plenamente la legalidad del sistema.

Los principales comerciantes y los funcionarios públicos estaban implica- dos en esta práctica. La pena por robo de personas era la picota, pero no se toleraban los abucheos de los espectadores. La única oposición que existía provenía de las masas. Bastaba señalar con el dedo a una mujer en las calles de Londres y llamarla spirit para que se iniciara una gresca.

Ésta era la situación en Inglaterra cuando Jeffreys llegó a Bristol durante su viaje occidental para terminar con los restos de la rebelión de Monmouth.

Jeffreys ha pasado a la posteridad como un «carnicero», delegado tiránico de un rey arbitrario. Su visita legal se halla registrada en los libros de texto como los «sangrientos assizes».

Los comerciantes y los jueces acostumbraban a distorsionar la ley para aumentar el número de reos que podían ser transportados a las plantaciones azucareras que ellos mismos poseían en las Indias Occidentales.

Solían aterrorizar a 60 Jeaffreson, op. II, p. Doyle, English Colonies in America —Virginia, Maryland, and the Carolines, Nueva York, , p. Fueron abolidos en Jeffreys se presentó ante el alcalde, quien, ataviado con pieles y condecoraciones, iba a sentenciar a un ratero al destierro en Jamaica.

Lo obligó, ante el gran asombro de los dignos ciudadanos de Bristol, a ocupar el ban- quillo de los acusados como un reo común, para que se declarara o no culpable y lo arengó en su lenguaje característico: «Señor Alcalde, quiero decir Secuestrador, que usted es, además de un viejo juez de paz [ se va a la taberna y por una pinta de vino generoso y comienza a contratar servants para mandarlos a las Indias.

Le cortaré las orejas antes de irme de la ciudad [ Usted es peor que el ladronzuelo que está allí [ Uno se puede desembarazar de un bribón o de un traidor, con sólo mandarlo a la plantación del Señor Alcalde en las Antillas».

El alcalde fue multado con mil libras, pero aparte de la privación de dignidad y del temor que sentían sus corazones, los comerciantes no perdieron nada; sus ganan- cias no fueron tocadas.

Hacia finales del siglo XVII, el acento había mudado de la acumulación de metales preciosos como objetivo de la política económica nacional, al desarrollo doméstico de la industria, la promoción del empleo y el estímulo de las exportacio- nes. Los mercantilistas sostenían que la mejor manera de reducir los costes, y en consecuencia competir con otros países, era pagar sueldos bajos, lo que venía asegurado por una gran población.

El temor a la superpoblación de comienzos del siglo XVII, fue sucedido por el temor a una disminución de la población hacia mediados del mismo siglo.

La condición esencial de la colonización, la emigración del país natal, 63 MacInnes, op. Seyer, Memoirs Historical and Topographical of Bristol and its Neighbourhood, Bristol, , vol.

North, The Life of the Rt. Francis North, Baron Guildford, Londres, , vol. II, pp. El origen de la esclavitud de los negros 45 contrariaba ahora el principio de que el interés nacional exigía una gran población.

Sir Josiah Child negó que la emigración a América hubiera debilitado a Inglaterra, pero tuvo que admitir que al sostener su teoría se hallaba en una minoría de posiblemente uno en un millar, mien- tras se adhería, por otra parte, a la opinión general que afirmaba que «todo lo que tiende a disminuir la población de una nación tiende a empobrecerla».

Sus patrocinadores, la Familia Real, habían ya concedido su patronazgo en la Compañía Real Africana y en el tráfico de esclavos negros.

Para obtener el excedente de población que se necesitaba para poblar las colonias en el Nuevo Mundo, los británicos se habían dirigido a África y hacia ya tenían evidencias positivas, en Barbados, de que los africanos satisfacían las necesidades de producción mejor que los europeos.

El estatus de estos servants empeoró progresivamente en las colonias de plantación. La servidumbre, que originalmente fue producto de una relación libre personal basada en un contrato voluntario por un período definido de servicio, a cambio del transporte y la manutención, tendió a resolverse en una relación de propiedad que aseguraba un control de variada extensión sobre los cuerpos y las libertades de la persona du- rante el servicio, como si ésta fuera un objeto.

Herrick, White Servitude in Pennsylvania, Filadelfia, , p. Eran continuamente comprados y vendidos de un colono a otro; o apropiados como caballos o bestias por las deudas de sus amos; recibían latigazos como delincuentes en los potros de tortura por el solo placer de sus patrones y dormían en pocil- gas peores que las de los cerdos en Inglaterra [ No es tan odioso como se lo representa».

Los Lores del Comercio y las Plantaciones se opusieron en al uso de la palabra «servidumbre» como una indicación de cautiverio y esclavitud; sugirieron, en su lugar, «servicio». Se tenía la esperanza de que los servants blancos se vieran libres de los azotes que tan liberalmente eran prodigados sobre sus ca- maradas negros.

Desde que se los contrataba por un periodo limitado, el colono tenía menos interés en cuidar de su bienestar que en cuidar del de los negros que eran servants perpetuos y, por lo tanto, «las pertenencias más útiles» de una plantación.

IX, p. Beasant, London in the Eighteenth Century, Londres, , p. Callender, Selections from the Economic History of the United States, , Nueva York, , p. El origen de la esclavitud de los negros 47 como «basura blanca» y se los clasificaba como trabajadores, igual que a los negros.

Dafoe afirmaba torpemente que el servant blanco era un esclavo. La pérdida de libertad del servant era de duración limitada, mientras que el negro era esclavo durante toda su vida. El estatus del servant no podía transmitirse a su descendencia; los hijos de los negros heredaban el estatus de la madre.

El amo en ningún momento tenía control absoluto sobre la persona y la libertad de su servant como lo tenía sobre su esclavo. El servant tenía derechos, limitados pero reco- nocidos por ley e insertados en un contrato. Gozaba, por ejemplo, de un derecho limitado a la propiedad.

En la práctica legal, la noción del servant como un objeto de propiedad nunca fue más allá del concepto de patrimonio personal y nunca alcanzó el grado de bien o patrimo- nio real.

Las leyes en las colonias mantenían esta rígida distinción y oponían severas penas a la cohabitación entre razas. El servant podía aspirar, al final de su contrato, a un trozo de tierra, aunque, como Wer- tenbaker señala con referencia a Virginia, no era un derecho legal,80 y las condiciones variaban de colonia en colonia.

El siervo en Europa po- día, por consiguiente, esperar una temprana libertad en América que, como aldeano, no podía lograr. Los servants liberados se convertían en pequeños granjeros hacendados, que se establecían en las tierras aparta- das, constituyendo una fuerza democrática en una sociedad de grandes propietarios aristocráticos de plantaciones: eran los pioneros en la ex- pansión hacia Occidente.

Fue por ello que Jefferson en Norteamérica, 77 Calendar of State Papers, Colonial Series, vol. Laski, The Rise of European Liberalism, Londres, , pp. Wertenbaker, The Planters of Colonial Virginia, Princeton, , p. Postlethwayt, un rígido mercantilista, soste- nía que los trabajadores blancos de las colonias tenderían a rivalizar con la madre patria en las manufacturas.

Era mejor que hubiera esclavos negros en las plantaciones que servants blancos en la industria, ya que esto alentaría las aspiraciones de independencia. Además, los comerciantes se veían envueltos en muchos procedimientos molestos y costosos, que resultaban de la actitud de personas que manifestaban su deseo de emigrar, aceptaban comidas y ropas como adelanto y luego presentaban una demanda por dilación.

En las plantaciones, la fuga era fácil para el sirviente blanco y menos fácil para el negro, el cual, una vez libre, tendía a permanecer en su localidad por su propia defensa, ya que allí era bien conocido y era menos probable que fuera aprehendido como vagabundo o esclavo fugitivo. El sirviente esperaba su porción de tierra al finalizar su contrato; el negro, en un ambiente extraño, marcado por su color y sus rasgos e ignorante del lenguaje y maneras del hombre blanco, podía ser mantenido en un permanente divorcio de la tierra.

Las diferencias raciales hacían más fácil justificar y racionalizar la esclavitud negra, exigir la obediencia mecánica propia de un buey de labranza o de un caballo de tiro, reclamar esa resignación y esa completa sujeción moral e intelectual que son la condición indis- pensable para hacer posible el trabajo del esclavo.

Finalmente, y este era el factor decisivo, el esclavo negro era más barato. Con el dinero que costaba procurarse los servicios de un hombre blanco durante diez años 81 Herrick, op. El origen de la esclavitud de los negros 49 podía comprarse un negro para toda la vida.

El secuestro en África no tropezaba con las dificultades que se presentaban en Inglaterra. Los capitanes y los buques poseían la experiencia del tráfico de sirvientes para utilizarla en el de los esclavos negros.

Bristol, centro del tráfico de sirvientes, se convirtió en uno de los principales centros del tráfico de esclavos. El capital acumulado por el primero financió al segundo. La servidumbre de los blancos fue la base histórica sobre la que se construyó la esclavitud de los negros.

Los capataces de reos en las plantaciones se transformaron sin esfuerzo en capataces de esclavos. La razón era económica, no racial; no tenía nada que ver con el color del trabajador, sino con los bajos costes de su trabajo.

Comparado con el trabajo de los indios y de los blancos, el del esclavo negro era eminentemente supe- rior. Tanto la esclavitud del indio como la del blanco eran derrotadas ante la fortaleza, la docilidad y la capacidad de trabajo del negro». Esto no era una teoría, era una conclusión práctica que se deducía de la experiencia personal del colono.

Éste hubiera ido a 84 Harlow, op. Phillips, Life and labor in the Old South, Boston, , p. Bassett, Slavery and Servitude in the Colony of North Carolina, Baltimore, , p. Sobre la docilidad de los esclavos negros, véase infra, pp.

África se hallaba más cerca que la Luna, más cerca aun que las regiones más populosas de India y de China. Pero su turno no había llegado aún. La servidumbre de los blancos es de cardinal importancia para la comprensión del desarrollo del Nuevo Mundo y del lugar de los negros en ese desarrollo.

Destruye completamente el viejo mito de que los blancos no podían resistir el esfuerzo del trabajo manual en el clima del Nuevo Mundo y que, por esta razón y solamente por esta razón, el poderío europeo había recurrido a los africanos. El argumento es completamente insostenible. Un dictamen de Mississippi pretenderá que «solamente los negros y las mulas pueden arrostrar al sol en el mes de julio».

Pero los blancos arrostraron el sol durante más de cien años en Barbados y los salzburgueses de Georgia negaron con indignación que el cultivo del arroz fuese dañino para ellos. La insoportable humedad de un día de agosto en algunas partes de los Estados Unidos no tiene equivalencia en las islas.

Más aún, únicamente el extremo sur de Flori- da, en Estados Unidos, es realmente tropical y sin embargo el trabajo negro floreció en Virginia y Carolina.

Las regiones sureñas de Estados Unidos no son más cálidas que el sur de Italia o España y Tocqueville se preguntaba, ¿por qué el europeo no podría trabajar allí tanto como en aquellos dos países?

En un escrito de , Weston señala que el trabajo en los campos del extremo Sur y todas las tareas pesadas al aire libre en Nueva Orleans eran realizados por blancos, sin ninguna consecuencia desagradable. El origen de la esclavitud de los negros 51 del Golfo de México», escribió, «y ninguna de las islas que lo separan del océano, deben ser abandonadas a la barbarie de la esclavitud del negro».

La política colonial española vino caracterizada por una constante y firme emigración de los blancos pobres desde España hacia Cuba, en el extremo del dominio colonial español.

Fernando Ortiz ha señalado un sorprendente contraste entre el papel del tabaco y del azúcar en la historia cubana. El tabaco era una industria de los blancos libres y se cultivaba intensamente en pequeñas granjas; el azúcar era una industria de esclavos negros, extensamente trabajada en grandes plantaciones.

También comparó la libre industria cubana del tabaco con su contra- parte esclavista en Virginia. Si los blancos habían soportado el calor tropical de Cuba, también podían soportar el calor tropical de Barbados.

En Puerto Rico, el jíbaro, como se llama al pobre campesino blanco, es todavía el tipo básico que demuestra, en palabras de Grenfell Price, cuán errónea es la creencia de que después de tres generaciones el hombre blanco no puede reproducirse en los trópicos.

Durante aproxi- madamente sesenta años, los colonos franceses han vivido en Santo Tomás no solamente como pescadores sino también como agricultores, llegando a formar, hoy en día, la «más vasta clase» independiente de granjeros en la isla. Price, White Settlers in the Tropics, Nueva York, , p.

Todavía hoy sobreviven, sin signos visibles de deterioro, lo que contradice la creencia popular sobre las posibilidades de supervivencia del blanco del norte en los trópicos.

Donde los blancos desaparecían, la causa no era el clima sino el reemplazo de la pequeña granja por la gran plantación, con la consecuente demanda de una fir- me y vasta provisión de mano de obra. La teoría climática de la plantación no es, pues, otra cosa que una ra- cionalización.

En un excelente ensayo sobre la cuestión, el profesor Edgar Thompson escribe: «No debe creerse que la plantación se origina en el clima. Es una institución política».

Es, podríamos agregar, algo más: es una institución económica. La teoría climática «es parte de una ideología que racionaliza y naturaliza un orden social y económico ya existente y éste, en todas partes, parece ser un orden en el que existe un problema racial».

Casi la mitad de este continente isleño se halla dentro de la zona tropical. En parte de esta región tropical, en el Estado de Queensland, el azúcar es el cultivo prin- cipal.

Cuando la industria comenzó a desarrollarse, Australia tuvo que elegir entre dos alternativas: trabajo de negros o trabajo de blancos. La comunidad inició el cultivo de azúcar de la manera habitual, con mano de obra negra importada de las islas del Pacífico.

No obstante, se eleva- ron crecientes demandas que exigían una política australiana de mano de obra blanca; y en el siglo XX la inmigración no blanca fue prohibida.

Es irrelevante considerar aquí que como resultado de esto los costes de producción del azúcar australiano son prohibitivos, que la industria es artificial y que sólo sobrevive detrás de la muralla china de la autarquía australiana.

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4 thoughts on “Labouchere Simplicidad y Elegancia

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