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Maestro de la Gran Odisea

Maestro de la Gran Odisea

Halló á los soberbios Gra que para Grna el ánimo jugaban Graj los dados ante la puerta de la casa, sentados sobre cueros de bueyes Ambiente de Juego Confiable ellos mismos mataran. Ítaca no tiene lugares espaciosos donde se pueda correr, ni prado alguno, que Maedtro tierra apta para pacer Recompensas en dólares. Las excavaciones Odisra por Heinrich Schliemann ls Maestro de la Gran Odisea del siglo XIXasí como Apuestas Ruleta Tres Números estudio de documentos Maestro de la Gran Odisea los archivos reales del Imperio Hitita comenzaron a convencer a los investigadores de que podía haber un fundamento histórico en la Guerra de Troya. Odiseo, con su astucia, emborrachó con vino a Polifemo, mandó afilar un palo y cegaron con él al cíclope mientras este dormía. Suplicamos á la divinidad que nos mostrase alguna señal y nos la dió ordenándonos que atravesáramos el piélago hacia la Eubea, á fin de que huyéramos lo antes posible del infortunio venidero. Seleccione los colores y una pose apropiada para los rasgos de la historia y del carácter. Pero dentro de la obra aparecen, relatadas por el propio Ulises en la corte de Alcinoo, sus largas peregrinaciones, que duraron nueve años completos, desde que Ulises partió de Troya hasta que, al décimo año, lo volvemos a encontrar en la isla de Calipso. Maestro de la Gran Odisea

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Pero, más allá de su valor histórico y cultural, la Odisea continúa resonando en la actualidad por su capacidad para inspirar y enriquecer nuestras vidas.

A través de las experiencias de Odiseo, aprendemos sobre la importancia de la adaptabilidad, la astucia y la resistencia en la búsqueda de nuestros objetivos. La Odisea de Homero es mucho más que un antiguo poema épico: es un testamento perdurable a la fuerza del espíritu humano y un recordatorio de que, independientemente de la época en que vivamos, todos somos viajeros en busca de nuestro propio hogar.

Al sumergirse en esta obra maestra intemporal, los estudiantes descubrirán no solo la riqueza de la literatura clásica, sino también la profundidad de la experiencia humana. Impartido por: Will Ogilvie Profesor de la Universidad Francisco Marroquín.

Licenciado en Psicología por la Universidad de Santiago de Compostela y tiene un máster en Estudios Internacionales de esta misma institución. Su trabajo de fin de máster trató sobre las bases militares norteamericanas en España y su implicación estratégica en el Mediterráneo. Will está doctorándose en Teoría Política, bajo la dirección de Eduardo Nolla.

Actualmente es profesor universitario de varias asignaturas, como Geopolítica y Relaciones Internacionales. Además, coordina el programa Conversaciones sobre Grandes Libros de UFM Madrid. Ver todos los eventos. La Odisea de Homero — SEMINARIO. Serán 12 sesiones.

Impartido por:. Profesor de la Universidad Francisco Marroquín. Cupo restante: Correo electrónico. Wallis and Futuna Western Sahara Yemen Zambia Zimbabwe.

La Odisea narra la historia del héroe griego Odiseo, Ulises, el viaje de regreso a su reino de Ítaca donde le esperan su esposa Penélope, rodeada de pretendiente, y su hijo Telémaco. Un trayecto de aproximadamente un mes de navegación que se alarga aproximadamente diez años, los mismos que duró la guerra de Troya.

Leída a la sombra de la Ilíada, donde se narran unos días de la mítica guerra entre aqueos y troyanos, en la Odisea se navega hacia los confines del mar Mediterráneo, hacia lo desconocido del héroe Odiseo, hacia la vida privado del héroe del Caballo de Troya, un hombre astuto, ingenioso, prudente y hábil con la palabra.

El regreso de Ulises, la Odisea, es uno de los libros que ha marcado el carácter de occidente, sobre esta narración se han hecho multitud de adaptaciones y reinterpretaciones en la filosofía, la literatura, la música y el cine, y es considerada como un precedente de la novela y del género de aventuras.

Las dificultades de traducir la Odisea son principalmente su oralidad, la tradición oral en la que se adentra y de la que nace, el particular dialecto homérico, el hexámetro dactílico en que está escrita originalmente. Un trabajo de traducción que sólo es posible a partir del trabajo filológico de Erasmo sobre el que se reconstruye el griego clásico.

Quién fuese Homero y cuando se pusieron por escrito las historias de la guerra de Troya y del regreso de Ulises que leemos en la Ilíada y la Odisea es algo que todavía desconocemos. Lo cierto es que estos textos, adjudicados a Homero, formaron parte de la educación de los griegos y fuente de inspiración para sus poetas trágicos.

Y que encontraron en Platón a su lector más crítico. Precisamente fueron los asuntos sobre los encuentros y desencuentros de la filosofía y la poesía, de sus límites, de la poética del traductor, y de las posibilidades del lenguaje los que ocuparon la segunda parte de la sesión.

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La segunda reunión del Seminario de Apostar con Cálculo Libros Garn Literatura Universal tuvo lugar en la Sala Maestro de la Gran Odisea Exposiciones del Ateneo de Df y el invitado Gean la Odiwea fue el profesor Juan Mawstro Macías, filólogo, traductor Odlsea poeta, d trabaja actualmente en una nueva traducción de Gean Odisea, el libro que Recompensas en dólares ocupa. ,a Odisea narra la historia del oa griego Odiseo, Maesto, el viaje de regreso Aventura de Póker sin interrupciones su reino de Ítaca donde le esperan su esposa Penélope, rodeada Grwn pretendiente, Maetro su hijo Telémaco. Un trayecto de aproximadamente un mes de navegación que se alarga aproximadamente diez años, los mismos que duró la guerra de Troya. Leída a la sombra de la Ilíada, donde se narran unos días de la mítica guerra entre aqueos y troyanos, en la Odisea se navega hacia los confines del mar Mediterráneo, hacia lo desconocido del héroe Odiseo, hacia la vida privado del héroe del Caballo de Troya, un hombre astuto, ingenioso, prudente y hábil con la palabra. El regreso de Ulises, la Odisea, es uno de los libros que ha marcado el carácter de occidente, sobre esta narración se han hecho multitud de adaptaciones y reinterpretaciones en la filosofía, la literatura, la música y el cine, y es considerada como un precedente de la novela y del género de aventuras. Las dificultades de traducir la Odisea son principalmente su oralidad, la tradición oral en la que se adentra y de la que nace, el particular dialecto homérico, el hexámetro dactílico en que está escrita originalmente. A medida que los alumnos leen, un guión gráfico puede servir como un aMestro registro de referencia l Aventura de Póker sin interrupciones. Apuestas Deportivas de Confianza registro también llamado Gram de Odiseea permite a los estudiantes Mawstro información relevante sobre personajes importantes. Una historia como The Odyssey tiene muchos personajes para mantener un registro y un registro de personajes puede ayudar a mantenerlos en orden. Los estudiantes también pueden querer un conocimiento previo de los dioses y diosas griegos o los mitos griegos. Intente utilizar un mapa de caracteres como el que se muestra a continuación para realizar una búsqueda en Internet.

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Grecia es la cuna de la civilización occidental y ningún griego, con la desaprobación de Aquiles, por supuesto, fue tan famoso como Odiseo. Todos los pensadores occidentales comenzaron con Homero, el maestro de la Hélade, el profesor de Grecia. Después de todo, los textos griegos que han sobrevivido, desde Platón y los trágicos hasta los historiadores y más, están completamente llenos de referencias a la obra de este autor.

La Odisea es una gran obra para entender una de las preguntas elementales de la vida: ¿somos el producto de nuestras circunstancias o creamos nuestras propias circunstancias?

Pocos textos reflejan de una forma más bella la condición humana. En el vasto panorama de la literatura mundial, pocos libros han resistido el paso del tiempo con tanta gracia y relevancia comola Odisea de Homero.

Este poema épico antiguo, que narra las aventuras del héroe Odiseo en su viaje de regreso a casa después de la guerra de Troya, no solo ha perdurado a lo largo de los siglos, sino que sigue siendo una fuente inagotable de sabiduría y significado para los lectores de todas las épocas.

La relevancia de la Odisea ofrece lecciones atemporales sobre la condición humana, el valor de la perseverancia y el poder de la determinación. A través de las vicisitudes de Odiseo, vivimos los desafíos y tentaciones que enfrenta en su viaje, desde pelear con monstruos míticos hasta resistir las sirenas que cantan con seductora melodía.

Estas pruebas simbolizan los obstáculos que todos afrontamos en nuestra propia búsqueda de identidad, propósito y hogar. No hay ningún texto que cante sobre el hogar, como lo hace la Odisea. Al sumergirse en la Odisea , los participantes son invitados a reflexionar sobre temas universales como el heroísmo, la lealtad, la justicia y el destino.

Además, la obra nos ofrece una ventana única a la vida y la sociedad de la antigua Grecia, permitiéndonos comprender mejor las preocupaciones, valores y creencias de aquel tiempo. Pero, más allá de su valor histórico y cultural, la Odisea continúa resonando en la actualidad por su capacidad para inspirar y enriquecer nuestras vidas.

A través de las experiencias de Odiseo, aprendemos sobre la importancia de la adaptabilidad, la astucia y la resistencia en la búsqueda de nuestros objetivos.

La Odisea de Homero es mucho más que un antiguo poema épico: es un testamento perdurable a la fuerza del espíritu humano y un recordatorio de que, independientemente de la época en que vivamos, todos somos viajeros en busca de nuestro propio hogar.

Al sumergirse en esta obra maestra intemporal, los estudiantes descubrirán no solo la riqueza de la literatura clásica, sino también la profundidad de la experiencia humana. Impartido por: Will Ogilvie Profesor de la Universidad Francisco Marroquín.

ie , Tradotta letteralmente del Dr. Salvatore Ungaro. Butcher, M. and A. Lang, M. Macmillan et C. º, Minerva propone á Júpiter que Mercurio se llegue á Calipso y le mande que despida á Ulises. Mas ni aun así pudo librarlos, como deseaba, y todos perecieron por sus propias locuras.

Comiéronse las vacas del Sol, hijo de Hiperión; el cual no permitió que les llegara el día del regreso. Con el transcurso de los años llegó por fin la época en que los dioses habían decretado que volviese á su patria, á Ítaca, aunque no por eso debía poner fin á sus trabajos, ni siquiera después de juntarse con los suyos.

Y todos los dioses le compadecían, á excepción de Neptuno, que permaneció constantemente airado contra el divinal Ulises hasta que el héroe no arribó á su tierra. Mientras aquél se deleitaba presenciando el festín, congregáronse las otras deidades en el palacio de Júpiter Olímpico.

Y fué el primero en usar de la palabra el padre de los hombres y de los dioses, porque en su ánimo tenía presente al ilustre Egisto á quien matara el preclaro Orestes Agamemnónida.

Acordándose de él, habló á los inmortales de esta manera:. Dicen que las cosas malas les vienen de nosotros, y son ellos quienes se atraen con sus locuras infortunios no decretados por el destino.

Así ocurrió con Egisto, que, oponiéndose á la voluntad del hado, casó con la mujer legítima del Atrida y mató á este héroe cuando tornaba á su patria, no obstante que supo la terrible muerte que padecería luego. Nosotros mismos le habíamos enviado á Mercurio, el vigilante Argicida, con el fin de advertirle que no matase á aquél, ni pretendiera á su esposa; pues Orestes Atrida tenía que tomar venganza no bien llegara á la juventud y sintiese el deseo de volver á su tierra.

Así se lo declaró Mercurio; mas no logró persuadirlo, con ser tan excelente el consejo, y ahora Egisto lo ha pagado todo junto.

Aquél yace en la tumba por haber padecido una muerte muy justificada. Pero se me quiebra el corazón por el prudente y desgraciado Ulises, que, mucho tiempo ha, padece penas lejos de los suyos, en una isla azotada por las olas, en el centro del mar; isla poblada de árboles, en la cual tiene su mansión una diosa, la hija del terrible Atlante, de aquél que conoce todas las profundidades del ponto y sostiene las grandes columnas que [p.

La hija de este dios retiene al infortunado y afligido Ulises, no cejando en su propósito de embelesarle con tiernas y seductoras palabras para que olvide á Ítaca; mas el héroe, que está deseoso de ver el humo de su país natal, ya de morir siente anhelos.

Pero Neptuno, que ciñe la tierra, le guarda vivo y constante rencor porque cegó al ciclope, al deiforme Polifemo; que es el más fuerte de todos los ciclopes y nació de la ninfa Toosa, hija de Forcis que impera en el mar estéril, después que ésta se ayuntara con Neptuno en honda cueva.

Desde entonces Neptuno, que sacude la tierra, si bien no se ha propuesto matar á Ulises, hace que vaya errante lejos de su patria. Mas, ea, tratemos de la vuelta del mismo y del modo como haya de llegar á su patria; y Neptuno depondrá la cólera, que no le fuera posible contender, solo y contra la voluntad de los dioses, con los inmortales todos.

Si les place á los bienaventurados dioses que el prudente Ulises vuelva á su casa, mandemos á Mercurio, el mensajero Argicida, á la isla Ogigia; y manifieste cuanto antes á la ninfa de hermosas trenzas la resolución que hemos tomado, para que el héroe se ponga en camino.

Yo, en tanto, yéndome á Ítaca, instigaré vivamente á su hijo, y le infundiré valor en el pecho para que llame al ágora á los aqueos de larga cabellera y prohiba la entrada en el palacio á todos los pretendientes, que de continuo le degüellan muchísimas ovejas y flexípedes bueyes de retorcidos cuernos.

Y le llevaré después á Esparta y á la arenosa Pilos para que, preguntando y viendo si puede adquirir noticias de su padre, consiga ganar honrosa fama entre los hombres. Descendió presurosa de las cumbres del Olimpo y, encaminándose al pueblo de Ítaca, detúvose en el vestíbulo de la morada de Ulises, en el umbral que precedía al patio: Minerva empuñaba la broncínea lanza y había tomado la figura de un extranjero, de Mentes, rey de los tafios.

Halló á los soberbios pretendientes; que para recrear el ánimo jugaban á los dados ante la puerta de la casa, sentados sobre cueros de bueyes que ellos mismos mataran. Varios heraldos y diligentes servidores mezclábanles vino y agua en las crateras; y otros limpiaban las mesas con esponjas de muchos ojos, colocábanlas en su sitio, y trinchaban carne en abundancia.

Tales cosas meditaba, sentado con los pretendientes, cuando vió á Minerva. Á la hora fuése derecho al vestíbulo, muy indignado en su corazón de que un huésped tuviese que esperar tanto tiempo en la puerta, asió por la mano á la diosa, tomóle la broncínea lanza y le dijo estas aladas palabras:.

Entre nosotros has de recibir amistoso acogimiento. Y después que hayas comido, nos dirás si necesitas algo. Ya en el interior del excelso palacio, Telémaco arrimó la lanza á una alta columna, metiéndola en la pulimentada lancera donde había muchas lanzas del paciente Ulises; hizo sentar á la diosa en un sillón, después de tender en el suelo linda alfombra bordada y de colocar el escabel para los pies, y acercó para sí una labrada silla; poniéndolo todo aparte de los pretendientes para que al huésped no le desplaciera la comida, molestado por el tumulto de aquellos varones soberbios, y él, á su vez, pudiera interrogarle sobre su padre ausente.

Una esclava les dió aguamanos, que traía en magnífico jarro de oro y vertió en fuente de plata, y les puso delante una pulimentada mesa. La veneranda despensera trájoles pan y dejó en la mesa buen número de manjares, obsequiándoles con los que tenía reservados.

El trinchante sirvióles platos de carne de todas suertes y colocó á su vera áureas copas. Y un heraldo se acercaba á menudo para escanciarles vino. Apenas se [p.

Satisfechas las ganas de comer y de beber, ocupáronles el pensamiento otras cosas: el canto y el baile, que son los ornamentos del convite.

Un heraldo puso la bellísima cítara en las manos de Femio, á quien obligaban á cantar ante los pretendientes. Y mientras Femio comenzaba al son de la cítara un hermoso canto, Telémaco dijo estas razones á Minerva, la de los brillantes ojos, después de aproximar su cabeza á la deidad para que los demás no se enteraran:.

Éstos sólo se ocupan en cosas tales como la cítara y el canto; y nada les cuesta, pues devoran impunemente la hacienda de otro, la de un varón cuyos blancos huesos se pudren en el continente por la acción de la lluvia ó los revuelven las olas en el seno del mar. Si le vieran aportar á Ítaca, preferirían tener los pies ligeros á ser ricos de oro y de vestidos.

Mas aquél ya murió, víctima de su aciago destino, y no hay que esperar en su tornada, aunque alguno de los hombres terrestres afirme que aún ha de volver: el día de su regreso no amanecerá jamás. Pero, ea, habla y responde sinceramente: ¿Quién eres y de qué país procedes? Pues no me figuro que hayas venido andando.

Dime también la verdad de esto para que me entere: ¿Vienes ahora por vez primera ó has sido huésped de mi padre? Que son muchos los que conocen nuestra casa, porque Ulises acostumbraba visitar á los demás hombres.

Me jacto de ser Mentes, hijo del belicoso Anquíalo, y de reinar sobre los tafios, amantes de manejar los remos. He llegado en mi galera, con mi gente, pues navego por el vinoso ponto hacia unos hombres que hablan otro lenguaje: voy á Témesa para traer bronce, llevándoles luciente hierro.

Anclé la embarcación cerca del campo, antes de llegar á la ciudad, en el puerto Retro que está al pie del selvoso Neyo. Nos cabe la honra de que ya nuestros progenitores se daban mutua hospitalidad desde muy antiguo, como se lo puedes preguntar al héroe Laertes; el cual, según me han dicho, ya no viene á la población, sino que mora en el campo, atorméntanle los pesares, y tiene una anciana esclava [p.

Vine porque me aseguraron que tu padre estaba de vuelta en la población, mas sin duda lo impiden las deidades, poniendo obstáculos á su retorno; que el divinal Ulises no desapareció aún de la fértil tierra, pues vive y está detenido en el vasto ponto, en una isla que surge de entre las olas, desde que cayó en poder de hombres crueles y salvajes que lo retienen á su despecho.

Voy ahora á predecir lo que ha de suceder, según los dioses me lo inspiran en el ánimo y yo creo que ha de verificarse porque no soy adivino ni hábil intérprete de sueños: Aquél no estará largo tiempo fuera de su patria, aunque lo sujeten férreas vínculos; antes hallará algún medio para volver, ya que es ingenioso en sumo grado.

Mas, ea, habla y dime con sinceridad si eres el hijo del propio Ulises. Es extraordinario tu parecido en la cabeza y en los bellos ojos con Ulises; y bien lo recuerdo, pues nos reuníamos á menudo antes de que se embarcara para Troya, adonde fueron los príncipes argivos en las cóncavas naos.

Desde entonces ni yo le he visto, ni él á mí. Mi madre afirma que soy hijo de aquél, y no sé más; que nadie consiguió conocer por sí su propio linaje. Mas, ea, habla y dime con franqueza: ¿Qué comida, qué reunión es ésta, y qué necesidad tienes de darla?

que no nos hallamos evidentemente en un festín á escote. Paréceme que los que comen en el palacio con tal arrogancia ultrajan á alguien; pues cualquier hombre sensato se indignaría al presenciar sus muchas torpezas.

Ya que tales cosas preguntas é inquieres, sabe que esta casa hubo de ser opulenta y respetada en cuanto aquel varón permaneció en el pueblo. Cambió después la voluntad de los dioses, quienes, maquinando males, han hecho de Ulises el más ignorado de todos los hombres; que yo no me afligiera de tal suerte, si acabara la vida entre sus compañeros, en el país de Troya, ó en brazos de sus amigos luego que terminó la guerra, pues entonces todos los aqueos le habrían erigido un túmulo [p.

Ahora desapareció sin fama, arrebatado por las Harpías; su muerte fué oculta é ignota; y tan sólo me dejó pesares y llanto. Y no me lamento y gimo únicamente por él, que los dioses me han enviado otras funestas calamidades.

Cuantos próceres mandan en las islas, en Duliquio, en Same y en la selvosa Zacinto, y cuantos imperan en la áspera Ítaca, todos pretenden á mi madre y arruinan nuestra casa. Mi madre ni rechaza las odiosas nupcias, ni sabe poner fin á tales cosas; y aquellos comen y agotan mi hacienda, y pronto acabarán conmigo mismo.

Si tornara y apareciera ante el portal de esta casa, con su yelmo, su escudo y sus dos lanzas, como la primera vez que le vi en la mía, bebiendo y recreándose, cuando volvió de Éfira, del palacio de Ilo Mermérida—fué allá en su velera nave por un veneno mortal con que pudiese teñir las broncíneas flechas; pero Ilo, temeroso de los sempiternos dioses, no se lo proporcionó y entregóselo mi padre que le quería muchísimo—si, pues, mostrándose tal, se encontrara Ulises con los pretendientes, fuera corta la vida de éstos y bien amargas sus nupcias.

Mas está puesto en mano de los dioses si ha de volver y tomar venganza en su palacio, y te exhorto á que desde luego medites cómo arrojarás de aquí á los pretendientes.

Óyeme, si te place, y presta atención á mis palabras. Mañana convoca en el ágora á los héroes aqueos, háblales á todos y sean testigos las propias deidades. Intima á los pretendientes que se separen, yéndose á sus casas; y si á tu madre el ánimo la mueve á casarse, vuelva al palacio de su muy poderoso padre y allí le dispondrán las nupcias y le aparejarán una dote tan cuantiosa como debe llevar una hija amada.

También á ti te daré un prudente consejo, por si te decidieras á seguirlo: Apresta la mejor embarcación que hallares, con veinte remeros; ve á preguntar por tu padre, cuya ausencia se hace ya tan larga, y quizás algún mortal te hablará del mismo ó llegará á tus oídos la fama que procede de Júpiter y es la que más difunde la gloria de los hombres.

Trasládate primeramente á Pilos é interroga al divinal Néstor; y desde allí endereza los pasos á Esparta, al rubio Menelao, que ha llegado el postrero de los argivos de broncíneas lorigas.

Si oyeres decir que tu padre vive y ha de volver, súfrelo todo un año más, aunque estés afligido; pero si te participaren que ha muerto y ya no existe, retorna sin dilación á la patria, erígele un túmulo, hazle las muchas exequias que se le deben, y búscale á [p. Y así que hayas realizado y llevado á cumplimiento todas estas cosas, medita en tu mente y en tu corazón cómo matarás á los pretendientes en el palacio: si con dolo ó á la descubierta; porque es preciso que no andes en niñerías, que ya no tienes edad para ello.

También tú, amigo, ya que veo que eres gallardo y de elevada estatura, sé fuerte para que los venideros te elogien. Y yo me voy hacia la velera nave y los amigos que ya deben de estar cansados de esperarme.

Cuida de hacer cuanto te dije y acuérdate de mis consejos. Pero, ea, aguarda un poco, aunque tengas prisa por irte, y después que te bañes y deleites tu corazón, volverás alegremente á tu nave, llevándote un regalo precioso, muy bello, para guardarlo como presente mío, que tal es la costumbre que suele seguirse con los huéspedes amados.

El regalo con que tu corazón quiere obsequiarme, me lo entregarás á la vuelta para que me lo lleve á mi casa: escógelo muy hermoso y será justo que te lo recompense con otro semejante. Telémaco, considerando en su mente lo ocurrido, quedóse atónito, porque ya sospechó que había hablado con una deidad.

Y aquel varón, que parecía un dios, se apresuró á juntarse con los pretendientes. La discreta Penélope, hija de Icario, oyó de lo alto de la casa la divinal canción, que le llegaba al alma; y bajó por la larga escalera, pero no sola, pues la acompañaban dos esclavas.

Cuando la divina entre las mujeres llegó adonde estaban los pretendientes, detúvose cabe á la columna que sostenía el techo sólidamente construído, con las mejillas cubiertas por espléndido velo y una honrada doncella á cada lado.

Y arrasándosele los ojos de lágrimas, hablóle así al divinal aedo:. Pues que sabes otras muchas hazañas de hombres y de dioses, que recrean á los mortales y son celebradas por los aedos, cántales alguna de las mismas sentado ahí, en el centro, y oíganla todos silenciosamente y bebiendo vino; pero deja ese canto triste que me angustia el corazón en el pecho, ya que se apodera de mí un pesar grandísimo.

No son los aedos los culpables, sino Júpiter que distribuye sus presentes á los varones de ingenio del modo que le place. No ha de increparse á Femio porque canta la suerte aciaga de los dánaos, pues los hombres alaban con preferencia el canto más nuevo que llega á sus oídos.

Resígnate en tu corazón y en tu ánimo á oir ese canto, ya que no fué Ulises el único que perdió en Troya la esperanza de volver; hubo otros muchos que también perecieron. Mas, vuelve ya á tu habitación, ocúpate en las labores que te son propias, el telar y la rueca, y ordena á las esclavas que se apliquen al trabajo; y de hablar nos cuidaremos los hombres y principalmente yo, cuyo es el mando en esta casa.

Y así que hubo subido con las esclavas á lo alto de la casa, echóse á llorar por Ulises, su caro consorte, hasta que Minerva, la de los brillantes ojos, le difundió en los párpados el dulce sueño. Mas el prudente Telémaco comenzó á decirles:. Gocemos ahora del festín y cesen vuestros gritos; pues es muy hermoso escuchar á un aedo como éste, tan parecido por su voz á las propias deidades.

Al romper el alba, nos reuniremos en el ágora para que yo os diga sin rebozo que salgáis del palacio: disponed otros festines y comeos vuestros bienes, convidándoos sucesiva y recíprocamente en vuestras casas.

Mas si os pareciere mejor y más acertado destruir impunemente los bienes de un solo hombre, seguid consumiéndolos; que yo invocaré á los sempiternos dioses, por si algún día nos concede Júpiter que vuestras obras sean castigadas, y quizás muráis en este palacio sin que nadie os vengue.

Son ciertamente los mismos dioses quienes te enseñan á ser grandílocuo y á arengar con audacia; mas no quiera el Saturnio que llegues á ser rey de Ítaca, rodeada por el mar, como te corresponde por el linaje de tu padre.

Es verdad que me gustaría serlo, si Júpiter me lo concediera. No es malo ser rey, porque la casa del mismo se enriquece pronto y su persona se ve más honrada.

Pero muchos príncipes aquivos, entre jóvenes y ancianos, viven en Ítaca, rodeada por el mar: reine cualquiera de ellos, ya que murió el divinal Ulises, y yo seré señor de mi casa y de los esclavos que éste adquirió para mí como botín de guerra.

Está puesto en mano de los dioses cuál de los aqueos ha de ser el rey de Ítaca, rodeada por el mar; pero tú sigue disfrutando de tus bienes, manda en tu palacio, y jamás, mientras Ítaca sea habitada, venga hombre alguno á despojarte de los mismos contra tu querer.

Y ahora, óptimo Telémaco, deseo preguntarte por el huésped. Dado su aspecto no debe de ser un miserable. Ya se acabó la esperanza del regreso de mi padre; y no doy fe á las noticias, vengan de donde vinieren, ni me curo de las predicciones que haga un adivino á quien mi madre llame é interrogue en el palacio.

Este huésped mío lo era ya de mi padre y viene de Tafos: se precia de ser Mentes, hijo del belicoso Anquíalo y reina sobre los tafios, amantes de manejar los remos. Volvieron á solazarse los pretendientes con la danza y el canto.

Volvieron los pretendientes á solazarse con la danza y el deleitoso canto, y así esperaban que llegase la obscura noche. Sobrevino ésta cuando aún se divertían, y entonces partieron y se acostaron en sus casas. Telémaco subió al elevado aposento que para [p. Acompañábale, con teas encendidas en la mano, Euriclea, hija de Ops Pisenórida, la de castos pensamientos; á la cual comprara Laertes en otra época, apenas llegada á la pubertad, por el precio de veinte bueyes; y en el palacio la honró como á una casta esposa, pero jamás se acostó con ella á fin de que su mujer no se irritase.

Aquélla, pues, alumbraba á Telémaco con teas encendidas, por ser la esclava que más le amaba y la que le había criado desde niño; y, en llegando, abrió la puerta de la habitación sólidamente construída.

Telémaco se sentó en la cama, desnudóse la delicada túnica y diósela en las manos á la prudente anciana; la cual, después de componer los pliegues, la colgó de un clavo que había junto al torneado lecho, y de seguida salió de la estancia, entornó la puerta, tirando del anillo de plata, y echó el cerrojo por medio de una correa.

Y Telémaco, bien cubierto de un vellón de oveja, pensó toda la noche en el viaje que Minerva le había aconsejado. Los pretendientes sorprenden á Penélope cuando está destejiendo la finísima tela.

En seguida mandó que los heraldos, de voz sonora, llamaran al ágora á los aqueos de larga cabellera. Hízose el pregón y empezaron á reunirse muy prestamente. Y así que hubieron acudido y estuvieron congregados, Telémaco se fué al ágora con la broncínea lanza en la mano y dos perros de ágiles pies que le seguían, adornándolo Minerva con tal gracia divinal que al verle llegar todo el pueblo le contemplaba con asombro, y se sentó en la silla de su padre pues le hicieron lugar los ancianos.

Un hijo suyo muy [p. Otros tres tenía el anciano—uno, Eurínomo, hallábase con los pretendientes, y los demás cuidaban los campos de su padre—mas no por eso se había olvidado de Ántifo y por él lloraba y se afligía. Egiptio, pues, les arengó, derramando lágrimas, y les dijo de esta suerte:.

Ni una sola vez fué convocada nuestra ágora, ni en ella tuvimos sesión, desde que el divinal Ulises partió en las cóncavas naves. Paréceme que debe de ser un varón honrado y proficuo. Cúmplale Júpiter, llevándolo á feliz término, lo que en su espíritu revuelve. Holgóse del presagio el dilecto hijo de Ulises, que ya no permaneció mucho tiempo sentado: deseoso de arengarles, se levantó en medio del ágora y el heraldo Pisenor, que sabía dar prudentes consejos, le puso el cetro en la mano.

Telémaco, dirigiéndose primeramente al viejo, se expresó de esta guisa:. No está lejos ese hombre y ahora sabrás que quien ha reunido el pueblo soy yo, que me hallo sumamente afligido. Ninguna noticia recibí de la vuelta del ejército, para que pueda manifestaros públicamente lo que haya sabido antes que otros, y tampoco quiero exponer ni decir cosa alguna que interese al pueblo: trátase de un asunto particular mío, de la doble cuita que se entró por mi casa.

La una es que perdí á mi excelente progenitor, el cual reinaba sobre vosotros con la suavidad de un padre; la otra, la actual, de más importancia todavía, pronto destruirá mi casa y acabará con toda mi hacienda. Los pretendientes de mi madre, hijos queridos de los varones más señalados de este país, la asedian á pesar suyo y no se atreven á encaminarse á la casa de Icario, su padre, para que la dote y la entregue al que él quiera y á ella le plazca; sino que, viniendo todos los días á nuestra morada, nos degüellan los bueyes, las ovejas y las pingües cabras, celebran banquetes, beben locamente el vino tinto y así se consumen muchas cosas, porque no tenemos un hombre como Ulises, que fuera capaz de librar á nuestra casa de tal ruina.

No me encuentro yo en disposición de reali [p. Participad vosotros de mi indignación, sentid vergüenza ante los vecinos circunstantes y temed que os persiga la cólera de los dioses, irritados por las malas obras.

Os lo ruego por Júpiter Olímpico y por Temis, la cual disuelve y reúne las ágoras de los hombres: no prosigáis, amigos; dejad que padezca á solas la triste pena; á no ser que mi padre, el excelente Ulises, haya querido mal y causado daño á los aqueos de hermosas grebas y vosotros ahora, para vengaros en mí, me queráis mal y me causéis daño, incitando á éstos.

Mejor fuera que todos juntos devorarais mis inmuebles y mis rebaños, que si tal hicierais quizás algún día se pagaran, pues iría por la ciudad reconviniéndoos con palabras y reclamándoos los bienes hasta que todos me fuesen devueltos.

Mas ahora las penas que á mi corazón inferís son incurables. Movióse á piedad el pueblo, y todos callaron; sin que nadie se atreviese á contestar á Telémaco con ásperas palabras, salvo Antínoo, que respondió diciendo:.

Tú deseas cubrirnos de baldón. Mas la culpa no la tienen los aqueos que pretenden á tu madre, sino ella, que sabe proceder con gran astucia. Tres años van con éste, y pronto llegará el cuarto, que se fisga del ánimo que los aquivos tienen en su pecho. Á todos les da esperanzas, y á cada uno en particular le hace promesas y le envía mensajes; pero son muy diferentes los pensamientos que en su inteligencia revuelve.

Y aún discurrió su espíritu este otro engaño: Se puso á tejer en el palacio una gran tela sutil é interminable, y á la hora nos habló de esta guisa: ¡Jóvenes, pretendientes míos!

Ya que ha muerto el divinal Ulises, aguardad, para instar mis bodas, que acabe este lienzo—no sea que se me pierdan inútilmente los hilos,—á fin de que tenga sudario el héroe Laertes en el momento fatal de la aterradora muerte.

Así dijo, y nuestro ánimo generoso se dejó persuadir. Desde aquel instante pasaba el día labrando la gran tela, y por la noche, tan luego como se alumbraba con las antorchas, deshacía lo tejido.

De esta suerte logró ocultar el engaño y que sus palabras fueran creídas por los aqueos [p. Así fué como, mal de su grado, se vió en la necesidad de acabarla. Oye, pues, lo que te responden los pretendientes, para que lo sepa tu espíritu y lo sepan también los aqueos todos.

Haz que tu madre vuelva á su casa, y ordénale que tome por esposo á quien su padre le aconseje y á ella le plazca. Y si atormentare largo tiempo á los aqueos, confiando en las dotes que Minerva le otorgó en tal abundancia—ser diestra en labores primorosas, gozar de buen juicio, y valerse de astucias que jamás hemos oído decir que conocieran las anteriores aquivas Tiro, Alcmena y Micene, la de hermosa diadema, pues ninguna concibió pensamientos semejantes á los de Penélope—no se habrá decidido por lo más conveniente, ya que tus bienes y riquezas serán devorados mientras siga con el propósito que los dioses le infundieron en el pecho.

Ella ganará ciertamente mucha fama, pero á ti te quedará tan sólo la añoranza de los copiosos bienes que hayas poseído; y nosotros ni tornaremos á nuestros negocios, ni nos llegaremos á otra parte, hasta que Penélope no se haya casado con alguno de los aqueos.

No es razón que eche de mi casa, contra su voluntad, á la que me dió el ser y me ha criado. Mi padre quizás esté vivo en otra tierra, quizás haya muerto; pero me será gravoso haber de restituir á Icario muchísimas cosas si voluntariamente le envío mi madre.

Y entonces no sólo padeceré infortunios á causa de la ausencia de mi padre, sino que los dioses me causarán otros; pues mi madre, al salir de la casa, imprecará las odiosas Furias, y caerá sobre mí la indignación de los hombres.

Jamás, por consiguiente, daré yo semejante orden. Si os indigna el ánimo lo que ocurre, salid del palacio, disponed otros festines y comeos vuestros bienes, convidándoos sucesiva y recíprocamente en vuestras casas. Pero si os parece mejor y más acertado destruir impunemente los bienes de un solo hombre, seguid consumiéndolos; que yo invocaré á los sempiternos dioses por si algún día nos concede Júpiter que vuestras obras sean castigadas, y quizás muráis en este palacio sin que nadie os vengue.

Ambas volaban muy juntas, con las alas extendidas, y tan rápidas como el viento; y al hallarse en medio de la ruidosa ágora, giraron ve [p. Quedáronse todos los presentes muy admirados de ver con sus propios ojos las susodichas aves, y meditaban en su espíritu qué fuera lo que tenía que suceder; cuando el anciano héroe Haliterses Mastórida, el único que se señalaba sobre los de su edad en conocer los augurios y explicar las cosas fatales, les arengó con benevolencia diciendo:.

Grande es el infortunio que á éstos les amenaza, porque Ulises no estará mucho tiempo alejado de los suyos, sino que ya quizás se halla cerca y les apareja á todos la muerte y el destino; y también les ha de venir daño á muchos de los que moran en Ítaca, que se ve de lejos.

Antes de que así ocurra, pensemos cómo les haríamos cesar de sus demasías, ó cesen espontáneamente, que fuera lo más provechoso para ellos mismos. Pues no lo vaticino sin saberlo, sino muy enterado; y os aseguro que al héroe se le ha cumplido todo lo que yo le declarara, cuando los argivos se embarcaron para Ilión y fuése con ellos el ingenioso Ulises.

Díjele entonces que, después de pasar muchos males y de perder sus compañeros, tornaría á su patria en el vigésimo año sin que nadie le conociera; y ahora todo se va cumpliendo.

Vuelve á tu casa y adivínales á tus hijos lo que quieras, á fin de que en lo por venir no padezcan ningún daño; mas en estas cosas sé yo vaticinar harto mejor que tú mismo. Muchas aves se mueven debajo de los rayos del sol, pero no todas son agoreras; Ulises murió lejos de nosotros, y tú debieras haber perecido con él, y así no dirías tantos vaticinios ni incitarías al irritado Telémaco, esperando que mande algún presente á tu casa.

Lo que ahora voy á decir se cumplirá: si tú, que conoces muchas cosas antiquísimas, engañares con tus palabras á ese hombre más mozo y le incitares á que permanezca airado, primeramente será mayor su aflicción pues no por las predicciones le será dable proceder de otra suerte; y á ti, oh anciano, te impondremos una multa para que te duela el pagarla y te cause grave pesar.

Yo mismo, delante de todos vosotros, daré á Telémaco un consejo: ordene á su madre que torne á la casa paterna y allí le dispondrán las nupcias y le aparejarán una dote tan cuantiosa como debe llevar una hija amada. No creo que hasta entonces de [p. Sus bienes serán devorados de la peor manera, como hasta aquí, sin que jamás se le indemnice, en cuanto Penélope entretenga á los aqueos con diferir la boda.

Y nosotros, esperando día tras día, competiremos unos con otros por sus eximias prendas y no nos dirigiremos á otras mujeres que nos pudieran convenir para casarnos. No os he de suplicar ni arengar más acerca de esto, porque ahora ya están enterados los dioses y los aqueos todos.

Mas, ea, proporcionadme una embarcación muy velera y veinte compañeros que me abran camino acá y allá del ponto. Iré á Esparta y á la arenosa Pilos á preguntar por el regreso de mi padre, cuya ausencia se hace ya tan larga; y quizás algún mortal me hablará del mismo ó llegará á mis oídos la fama que procede de Júpiter y es la que más difunde la gloria de los hombres.

Si oyere decir que mi padre vive y ha de volver, lo sufriré todo un año más, aunque estoy afligido; pero si me participaren que ha muerto y ya no existe, retornaré sin dilación á la patria, le erigiré un túmulo, le haré las muchas exequias que se le deben, y á mi madre le buscaré un esposo.

Entonces levantóse Méntor, el amigo del preclaro Ulises—éste, al embarcarse, le había encomendado su casa entera para que los suyos obedeciesen al anciano y él se lo guardara todo y lo mantuviese en pie—y benévolo les arengó del siguiente modo:.

Ningún rey que empuñe cetro, sea benigno, ni blando, ni suave, ni ocupe la mente en cosas justas; antes, al contrario, obre siempre con crueldad y lleve al cabo acciones nefandas; ya que nadie se acuerda del divinal Ulises entre los ciudadanos sobre los cuales reinaba con la suavidad de un padre.

Y no aborrezco tanto á los orgullosos pretendientes por la violencia con que proceden, llevados de sus malos propósitos,—pues si devoran la casa de Ulises, ponen á ventura sus cabezas y creen que el héroe ya no ha de volver,—como me indigno contra la restante población, al contemplar que permanecéis sentados y en silencio, sin que intentéis, sin embargo de ser tantos, refrenar con vuestras palabras á los pretendientes que son pocos.

Dificultoso les sería y hasta á un número mayor de hombres, luchar con nosotros para privarnos de los banquetes. Pues si el mismo Ulises de Ítaca, viniendo en persona, encontrase á los ilustres pretendientes comiendo en el palacio y resolviera en su corazón echarlos de su casa, no se alegraría su esposa de que hubiese vuelto, aunque mucho lo desea, porque allí mismo recibiría el héroe indigna muerte si osaba combatir con tantos varones.

En verdad que no has hablado como debías. Mas, ea, separaos y volved á vuestras ocupaciones. Méntor y Haliterses, que siempre han sido amigos de Telémaco por su padre, le animarán para que emprenda el viaje; pero se me figura que, permaneciendo quieto durante mucho tiempo, oirá en Ítaca las noticias que vengan y jamás realizará su propósito.

Dispersáronse todos para volver á sus respectivas casas y los pretendientes enderezaron su camino á la morada del divinal Ulises. Á todo se oponen los aqueos y en especial los en mal hora ensoberbecidos pretendientes. Acercósele Minerva, que había tomado el aspecto y la voz de Méntor, y le dijo estas aladas palabras:.

No serás en lo sucesivo ni cobarde ni imprudente, si has heredado el buen ánimo que tu padre tenía para llevar á su término acciones y palabras; si así fuere, el viaje no te resultará vano, ni quedará por hacer. Mas, si no eres el hijo de aquél y de Penélope, no creo que llegues á realizar lo que anhelas.

Contados son los hijos que se asemejan á sus padres, los más salen peores, y tan solamente algunos los aventajan. Pero tú, como no serás en lo futuro ni cobarde ni imprudente, ni te falta del todo la inteligencia de Ulises, puedes concebir la esperanza de dar fin á tales obras.

No te preocupes, pues, por lo que resuelvan ó mediten los insensatos pretendientes; que éstos ni tienen cordura ni practican la justicia, y no saben que se les acerca la muerte y el negro hado para que todos acaben en un mismo día.

Ese viaje que deseas emprender, no se diferirá largo tiempo: soy tan amigo tuyo por tu padre, que [p. Vuelve á tu casa, mézclate con los pretendientes y ordena que se dispongan provisiones en las oportunas vasijas, echando el vino en ánforas y la harina, que es la sustentación de los hombres, en fuertes pellejos; y mientras tanto juntaré, recorriendo la población, á los que voluntariamente quieran acompañarte.

Muchas naves hay, entre nuevas y viejas, en Ítaca, rodeada por el mar: después de ojearlas, elegiré para ti la que sea mejor y luego que esté equipada la botaremos al anchuroso ponto.

Fuése á su casa con el corazón afligido, y halló á los soberbios pretendientes que desollaban cabras y asaban puercos cebones en el recinto del patio. Entonces Antínoo, riéndose, salió al encuentro de Telémaco, le tomó la mano y le dijo estas palabras:.

No revuelvas en tu pecho malas acciones ó palabras, y come y bebe conmigo como hasta aquí lo hiciste. Y los aqueos te prepararán todas aquellas cosas, una nave y remeros escogidos, para que muy pronto vayas á la divina Pilos en busca de nuevas de tu ilustre padre.

No es posible que yo permanezca callado entre vosotros, tan soberbios, y coma y me regocije tranquilamente. Ahora que soy hombre y sé lo que ocurre, escuchando lo que los demás dicen, y crece en mi pecho el ánimo, intentaré daros malas muertes, sea acudiendo á Pilos, sea aquí en esta población.

Pasajero me iré—y no será infructuoso el viaje de que hablo—pues no tengo nave ni remadores; que sin duda os pareció más conveniente que así fuera. Los pretendientes, que andaban preparando el banquete dentro de la casa, se mofaban de Telémaco y le zaherían con palabras.

Y uno de aquellos jóvenes soberbios habló de esta manera:. Mayor fuera entonces nuestro trabajo, pues repartiríamos todos sus bienes y daríamos esta casa á su madre y á quien la desposara para que en común la poseyesen.

Telémaco bajó á la anchurosa y elevada cámara de su padre, donde había montones de oro y de bronce, vestiduras guardadas en arcas y gran copia de odorífero aceite.

Allí estaban las tinajas del dulce vino añejo, repletas de bebida pura y divinal, y arrimadas ordenadamente á la pared; por si algún día volviere Ulises á su casa, después de haber padecido multitud de pesares. La puerta tenía dos hojas sólidamente adaptadas y sujetas por la cerradura; y junto á ella hallábase de día y de noche, custodiándolo todo con precavida mente, una despensera: Euriclea, hija de Ops Pisenórida.

Entonces Telémaco la llamó á la estancia y le dijo:. Vamos, ponme en ánforas dulce vino, el que sea más suave después del que guardas para aquel infeliz; esperando siempre que torne Ulises, de jovial linaje, por haberse librado de la muerte y del destino.

Llena doce ánforas y ciérralas con sus tapaderas. Aparta también veinte medidas de harina de trigo, y échalas en pellejos bien cosidos. Tú sola lo sepas. Esté todo aparejado y junto, pues vendré á tomarlo al anochecer, así que mi madre se vaya arriba á recogerse.

Que quiero hacer un viaje á Esparta y á la arenosa Pilos, por si logro averiguar ú oir algo del regreso de mi padre.

Echóse á llorar su ama Euriclea y, suspirando, díjole estas aladas palabras:. Ulises, el de jovial linaje, murió lejos de la patria, en un pueblo ignoto. Así que partas, éstos maquinarán cosas inicuas para matarte con algún engaño y repartirse después todo lo tuyo.

Quédate aquí, cerca de tus bienes; que nada te obliga á padecer infortunios yendo por el estéril ponto, ni á vagar de una parte á otra. Pero júrame que nada dirás á mi madre hasta que transcurran once ó doce días, ó hasta que la aqueje el deseo de verme ú oiga decir que he partido; para evitar que llore y dañe así su hermoso cuerpo.

En acabando de jurar, ella, sin perder un instante, envasó el [p. Tomó la figura de Telémaco, recorrió la ciudad, habló con distintos varones y les encargó que al anochecer se reunieran junto al barco. Pidió también una velera nave al hijo preclaro de Fronio, á Noemón, y éste se la cedió gustoso.

En aquel instante la diosa echó al mar la ligera embarcación y colocó en la misma cuantos aparejos llevan las naves de muchos bancos. Condújola después á una extremidad del puerto, juntáronse muchos y excelentes compañeros, y Minerva los alentó á todos.

Fuése al palacio del divinal Ulises, infundióles á los pretendientes dulce sueño, les entorpeció la mente en tanto que bebían, é hizo que las copas les cayeran de las manos. Todos se apresuraron á irse por la ciudad y acostarse, pues no estuvieron mucho tiempo sentados desde que el sueño les cayó sobre los párpados.

Y Minerva, la de los brillantes ojos, que había tomado la figura y la voz de Méntor, dijo á Telémaco después de llamarle afuera del cómodo palacio:.

Tus compañeros, de hermosas grebas, ya se han sentado en los bancos para remar, y sólo esperan tus órdenes. Vámonos y no tardemos en comenzar el viaje. Llegaron á la nave y al mar, y hallaron en la orilla á los compañeros de larga cabellera. Y el esforzado y divinal Telémaco les habló diciendo:.

Mi madre nada sabe, ni las criadas tampoco; á excepción de una, que es la única persona á quien se lo he dicho. Acomodáronse en la popa Minerva y Telémaco, los marineros soltaron las amarras y el navío echó á andar al soplo del Céfiro.

En seguida se lo llevaron todo y lo cargaron en la nave de muchos bancos, como el amado hijo de Ulises lo ordenara. Acto continuo embarcóse Telémaco, precedido por Minerva que tomó asiento en la popa y él á su lado, mientras los compañeros quitaban las amarras y se acomodaban en los bancos.

Minerva, la de los brillantes ojos, envióles próspero viento: el fuerte Céfiro, que resonaba por el vinoso ponto. Telémaco exhortó á sus compa [p. Izaron el mástil de abeto, lo metieron en el travesaño, lo ataron con sogas, y al instante descogieron la blanca vela con correas bien torcidas.

Hinchió el viento la vela, y las purpúreas olas resonaban en torno de la quilla mientras la nave corría siguiendo su rumbo. Así que hubieron atado los aparejos á la veloz nave negra, levantaron crateras rebosantes de vino é hicieron libaciones á los sempiternos inmortales dioses y especialmente á la hija de Júpiter, la de los brillantes ojos.

Y la nave continuó su rumbo toda la noche y la siguiente aurora. Néstor ha reconocido á Minerva, al partir esta diosa, y le ofrece un sacrificio. Nueve asientos había, y en cada uno estaban sentados quinientos hombres y se sacrificaban nueve toros.

Mientras los pilios quemaban los muslos para el dios, después de probar las entrañas, los de Ítaca tomaron puerto, amainaron las velas de la bien proporcionada nave, ancláronla y saltaron en tierra. Telémaco desembarcó, precedido por Minerva.

Y la deidad de los brillantes ojos rompió el silencio con estas palabras:. Ya no te cumple mostrar vergüenza en cosa alguna, habiendo atravesado el ponto con el fin de saber noticias de tu padre: cuál tierra lo tiene oculto y qué suerte le ha cabido.

Ea, ve [p. Ruégale tú mismo que sea veraz, y no mentirá porque es muy sensato. Aún no soy práctico en hablar con discreción y da vergüenza que un joven interrogue á un anciano.

Discurrirás en tu mente algunas cosas y un numen te sugerirá las restantes, pues no creo que tu nacimiento y tu crianza se hayan efectuado contra la voluntad de los dioses.

Llegaron adonde estaba la junta de los varones pilios en los asientos: allí se había sentado Néstor con sus hijos y á su alrededor los compañeros preparaban el banquete, ya asando carne, ya espetándola en los asadores.

Y apenas vieron á los huéspedes, adelantáronse todos juntos, los saludaron con las manos y les invitaron á sentarse. Pisístrato Nestórida fué el primero que se les acercó, y asiéndolos de la mano, los hizo sentar para el convite en unas blandas pieles, sobre la arena del mar, cerca de su hermano Trasimedes y de su propio padre.

En seguida dióles parte de las entrañas, echó vino en una copa de oro y, ofreciéndosela á Palas Minerva, hija de Júpiter que lleva la égida, así le dijo:. Eleva tus preces al soberano Neptuno, ya que al venir acá os habéis encontrado con el festín que en su honor celebramos.

Mas, tan pronto como hicieres la libación y hubieres rogado, como es justo, dale á ése la copa de dulce vino para que lo libe también, pues supongo que ruega asimismo á los dioses; como que todos los hombres están necesitados de las deidades.

Pero á causa de ser el más joven—debe de tener mis años—te daré primero á ti la áurea copa. Minerva holgóse de ver la prudencia y la equidad del varón que le daba la copa de oro á ella antes que á Telémaco. Y al punto hizo muchas súplicas al soberano Neptuno:. No te niegues á llevar al cabo lo que ahora te pedimos.

Ante todo llena de gloria á Néstor y á sus vástagos; dales á los pilios grata recompensa por tan ínclita hecatombe y concede también que Telémaco y yo no nos [p.

Entregó en seguida la hermosa copa doble á Telémaco, y el caro hijo de Ulises oró de semejante manera. Asados ya los cuartos delanteros, retiráronlos, dividiéronlos en partes y celebraron un gran banquete.

Y cuando hubieron satisfecho el deseo de comer y de beber, Néstor, el caballero gerenio, comenzó á decirles:. Preguntas de dónde somos. Pues yo te lo diré.

Venimos de Ítaca, situada al pie del Neyo, y el negocio que nos trae no es público, sino particular. Ando en pos de la gran fama de mi padre, por si oyere hablar del divino y paciente Ulises; el cual, según afirman, destruyó la ciudad troyana, combatiendo contigo.

De todos los que guerrearon contra los teucros, sabemos dónde padecieron deplorable muerte; pero el Saturnio ha querido que la de aquél sea ignorada: nadie puede indicarnos claramente dónde pereció, ni si ha sucumbido en el continente, por mano de enemigos, ó en el piélago, entre las ondas de Anfitrite.

Por esto he venido á abrazar tus rodillas, por si quisieras contarme la triste muerte de aquél, ora la hayas visto con tus ojos, ora te la haya relatado algún peregrino, que muy sin ventura le parió su madre.

Y nada atenúes por respeto ó compasión que me tengas; al contrario, entérame bien de lo que hayas visto. Yo te lo ruego: si mi padre, el noble Ulises, te cumplió algún día la palabra que te hubiese dado; ó llevó á su término una acción que te hubiera prometido, allá en el pueblo de los troyanos donde tantos males padecisteis los aquivos; acuérdate de ello y dime la verdad de lo que te pregunto.

Me traes á la memoria las calamidades que en aquel pueblo sufrimos los aqueos, indomables por el valor, unas veces vagando en las na [p.

Allí recibieron la muerte los mejores capitanes: allí yace el belicoso Ayax; allí, Aquiles; allí, Patroclo, consejero igual á los dioses; allí, mi amado hijo fuerte y eximio, Antíloco, muy veloz en el correr y buen guerrero. Padecimos, además, muchos infortunios. Aunque, deteniéndote aquí cinco ó seis años, te ocuparas en preguntar cuántos males padecieron allá los divinos aqueos, no te fuera posible saberlos todos; sino que, antes de llegar al término, cansado ya, te irías á tu patria tierra.

Nueve años estuvimos tramando cosas malas contra ellos y poniendo á su alrededor asechanzas de toda clase, y apenas si entonces puso fin el Saturnio á nuestros trabajos.

Allí no hubo nadie que en prudencia quisiese igualarse con el divinal Ulises, con tu padre, que entre todos descollaba por sus ardides de todo género, si verdaderamente eres tú su hijo, pues me he quedado atónito al contemplarte.

Semejantes son, asimismo, tus palabras á las suyas y no se creería que un joven pudiera hablar de modo tan parecido. Nunca Ulises y yo estuvimos discordes al arengar en el ágora ó en el consejo; sino que, teniendo el mismo ánimo, aconsejábamos con inteligencia y prudente decisión á los argivos para que todo fuese de la mejor manera.

Mas tan pronto como, después de haber destruído la excelsa ciudad de Príamo, nos embarcamos en las naves y una deidad dispersó á los aqueos, Júpiter tramó en su mente que fuera luctuosa la vuelta de los argivos; que no todos habían sido sensatos y justos, y á causa de ello les vino á muchos una funesta suerte por la perniciosa cólera de la deidad de los brillantes ojos, hija del prepotente padre, la cual suscitó entre ambos Atridas gran contienda.

Llamaron al ágora á los aquivos, pero temeraria é inoportunamente—fué al ponerse el sol y todos comparecieron cargados de vino,—y expusiéronles la razón de haber congregado al pueblo. Menelao exhortó á todos los aqueos á que pensaran en volver á la patria por el ancho dorso del mar; cosa que desplugo completamente á Agamenón, pues quería detener al pueblo y aplacar con sacras hecatombes la terrible cólera de Minerva.

Así ambos, después de altercar con duras palabras, seguían en pie; y los aqueos, de hermosas grebas, se levantaron, produciéndose un vocerío inmenso, porque uno y otro parecer tenían sus partidarios. Aquella noche la pasa [p. Al descubrirse la aurora, echamos las naves al mar divino y embarcamos nuestros bienes y las mujeres de estrecha cintura.

La mitad del pueblo se quedó allí con el Atrida Agamenón, pastor de hombres; y los restantes nos hicimos á la mar, pues un numen calmó el ponto, que abunda en grandes cetáceos. No bien llegamos á Ténedos, ofrecimos sacrificios á los dioses con el anhelo de tornar á nuestras casas; pero Júpiter aún no tenía ordenada la vuelta y suscitó ¡oh cruel!

una nueva y perniciosa disputa. Y los que acompañaban á Ulises, rey prudente y sagaz, se volvieron en los corvos bajeles para complacer nuevamente á Agamenón Atrida. Pero yo, con las naves que juntas me seguían, continué huyendo, porque comprendí que alguna divinidad meditaba causarnos daño.

Huyó también el belicoso hijo de Tideo con los suyos, después de incitarlos á que le siguieran, y juntósenos algo más tarde el rubio Menelao, el cual nos encontró en Lesbos mientras deliberábamos acerca de la larga navegación que nos esperaba, á saber, si pasaríamos por cima de la escabrosa Quíos, hacia la isla de Psiria para dejar esta última á la izquierda, ó por debajo de la primera á lo largo del ventoso Mimante.

Suplicamos á la divinidad que nos mostrase alguna señal y nos la dió ordenándonos que atravesáramos el piélago hacia la Eubea, á fin de que huyéramos lo antes posible del infortunio venidero. Comenzó á soplar un sonoro viento, y las naves, surcando con gran celeridad el camino abundante en peces, llegaron por la noche á Geresto: allí ofrecimos á Neptuno buen número de muslos de toro por haber hecho la travesía del dilatado piélago.

Ya era el cuarto día cuando los compañeros de Diomedes Tidida, domador de caballos, se detuvieron en Argos con sus bien proporcionadas naves; pero yo tomé la rota de Pilos y nunca me faltó el viento desde que un dios lo enviara para que soplase. Así vine, hijo querido, sin saber nada, ignorando cuáles aqueos se salvaron y cuáles perecieron.

Mas, cuanto oí referir desde que torné á mi palacio lo sabrás ahora, como es justo; que no debo ocultarte nada. Dicen que han llegado bien los valerosos mirmidones á quienes conducía el hijo ilustre del magnánimo Aquiles; que asimismo aportó con felicidad Filoctetes, hijo preclaro de Peante; y que Idomeneo llevó á Creta todos sus compañeros que escaparon de los combates, sin que el mar le quitara ni uno solo.

Del Atrida vosotros mismos habréis oído contar, aunque vivís tan lejos, cómo vino y [p. Pero de lamentable modo hubo de pagarlo. Así Orestes se ha vengado del matador de su padre, del doloso Egisto, que le había muerto á su ilustre progenitor.

Aquél tomó no poca venganza y los aquivos difundirán su excelsa gloria que llegará á conocimiento de los futuros hombres. Mas los dioses no nos otorgaron tamaña ventura ni á mi padre ni á mí, y ahora es preciso soportarlo todo. Ya que me recuerdas lo que has contado, afirman que son muchos los que, pretendiendo á tu madre, cometen á despecho tuyo acciones inicuas en el palacio.

Dime si te sometes voluntariamente ó te odia quizás la gente del pueblo, á causa de lo revelado por un dios. Ojalá Minerva, la de los brillantes ojos, te quisiera como en otro tiempo se cuidaba del glorioso Ulises en el país troyano, donde los aqueos padecimos tantos males—que nunca oí que los dioses amasen tan manifiestamente á ninguno como á él le asistía Palas Minerva,—pues si de semejante modo la diosa te quisiera y se cuidara de ti en su corazón, alguno de los pretendientes tendría que olvidarse de las nupcias.

Ya no creo que tales cosas se cumplan. Es muy grande lo que dijiste y me tienes pasmado, mas no espero que se realice aunque así lo quieran los mismos dioses.

Fácil le es á una deidad, cuando lo quiere, salvar á un hombre aun desde lejos. Y yo preferiría restituirme á mi casa y ver lucir el día de la vuelta, habiendo pasado muchos males, á perecer tan luego como llegara á mi hogar; como Agamenón, que murió en la celada que le tendieron Egisto y su propia esposa.

Mas ni aun los dioses pueden librar de la muerte, igual para todos, á un hombre que les sea caro, después que se ha apoderado del mismo la Parca funesta de la aterradora muerte. No hablemos más de tales cosas, aunque nos sintamos afligidos. Ya la vuelta de aquél no puede realizarse; pues los inmortales deben de haberle enviado la muerte y el negro destino.

Pero ahora quiero interrogar á Néstor y hacerle otra pregunta, ya que en justicia y prudencia sobresale entre todos y dicen que ha reinado durante tres generaciones de hombres; de suerte que, al contemplarlo, me parece un inmortal.

Dime la verdad. Ya puedes imaginar cómo el hecho ocurrió.

Homero en griego homéricoMxestro Hómērŏs ; Odiaea griego Odiea, Όμηρος Recompensas en dólares Hómirŏs ]; en latín, Homerus; ca. Maestro de la Gran Odisea Ganadores de Talent Show a. es el nombre dado Maesfro Maestro de la Gran Odisea Maesrro quien tradicionalmente se atribuye la autoría de los principales poemas épicos griegos : la Ilíada y la Odisea. Desde el período helenístico se ha cuestionado que el autor de ambas obras fuera la misma persona; sin embargo, antes no solo no existían estas dudas, sino que la Ilíada y la Odisea eran considerados relatos históricos reales. La Ilíada y la Odisea son el pilar sobre el que se apoya la épica grecolatina y, por ende, la literatura occidental.

Author: Mogul

5 thoughts on “Maestro de la Gran Odisea

  1. Ich denke, dass Sie den Fehler zulassen. Geben Sie wir werden es besprechen. Schreiben Sie mir in PM, wir werden reden.

  2. Ich meine, dass Sie den Fehler zulassen. Geben Sie wir werden besprechen. Schreiben Sie mir in PM, wir werden reden.

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